Manuel Amaya Zulueta

¿Nunca…? ¿Siempre…?

El pálpito amarillo

15 de octubre 2024 - 03:03

Gilparaliza pronto un balón pegado a un palo que se infiltraba. Todos los porteros pequeños se defienden como felinos, y les cuesta, evidentemente, abandonar los palos. Mas tarde haría un vuelo aguileño con la mano derecha; habría sido el cero a uno. Así comenzó, grosso modo el duelo, porque aquello terminó, nadie lo habría dicho cuando bajaban las escalerillas que conducen al vestuario, en duelo. Porque gran duelo es saldar el primer período con un dos a cero y no ganar nunca jamás en Carranza. Visto lo visto, Carranza es un fortín… Para los visitantes, of course.

Me encanta reconocer cómo mi equipo (desde aquel 1957 en que Kubala estrenó el entonces “bonito estadio”, como diría Diario de Cádiz), gana palmariamente. A banco de pista. Y numerada, pisha, que podías llegar cinco minutos antes y tenías el áspero cemento allí esperándote. Pasaban unas gaviotas…

Dejemos la infancia y volvamos a cómo esta vez sí, sí. Sabía que el Exglorioso no la había de nuevo cagado con su fichaje. El de Málaga gozaba de gran crédito en mi gusto futbolístico desde que lo vi debutar muy jovencito, un pibito, y golear con ese disparo duro y diestro y, casi siempre colocado y casi nunca alejado de chupar redes. Pero, para demostración, en este caso inusual, los goles fueron de tête ambos. Dos cabezadas a magnos centros del que fue el mejor del partido: Ocampos. Su primer período fue amarillo encaje, seda amarilla. El lateral de los omega 3 sufrió lo indecible para intentar pararlo; pero ni una vez pudo con la cintura y el gran toque de Brian, Uruguay, 1999.

Mas mi Exglorioso tiene una enfermedad, un COVID fiero, un socavón-Campo del Sur en el centro de la defensa. Y colosal. Sin este fenómeno subsanable, este partido no se pierde. Obsequio de un central que dicen que costó un par de kilos, oh, dioses, quién puede ser tan ciego. Y no es la primera vez. Fali, hijo, ponte a gustito pronto, please. ¿Te lo tendremos que pedir de rodillas? Este chico no puede perder balones cuando es el último en defender y tras él restan varias decenas de metros en donde sólo hay hierba y, a lo lejos, Gil. Pero toda la culpa es también de desajustes en el sistema. Porque si hacemos pressing arriba no se puede de ningún modo dejar que una vez superada la primera línea de presión, dicha presión no continúe, pues los pasadores de ellos, libres, hallan una cómoda playa, y así fue cómo se produjo el piciazo del exmanchego en el primero apenas empezaba la segunda parte. Un gol en frío que le sentó al equipo de la Tacita de Oro como un tiro. Ah, que se me olvidaba, el segundo tiempo de Kouamé fue de lo mejor que le he visto desde que llegó. Alguna vez tenía que ser. ¿Nunca vamos a ganar en casa? ¿Siempre el equipo más goleado? Éramos los más goleados en Primera, somos los más goleados en Segunda. Ojú.

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