Tengo okupas

Náufrago en la isla

Yo creo que están jugando conmigo a ver quién resiste más y a averiguar si a este humano se decide entre una conciencia y la otra

12 de agosto 2024 - 06:00

Tengo okupas en casa y no sé qué hacer. Se trata de una pareja, supongo que de hecho y sin papeles. De tórtolas. Se han asentado sobre una de las vigas que sostienen el techo de pvc del patio superior, en un rincón protegido por la verde y renacida glicinia. Llevaban días amenizando mi despertar con su cadencioso 'hu-huuuu-hu' hasta que reparé en que estaban allí, asentadas y con un proyecto de nido en construcción.

Habían acarreado algunas ramitas secas, crecidas en el abandono de los solares cercanos, y ya empezaban a darle una forma redondeada y mullida. Su canto, empiezo a suponer, era de cortejo y, al acercarme, emprendían un vuelo ruidoso de traqueteo de alas como desesperado por escapar de lo que ellas consideraban, seguramente, un intruso, en una manera muy tortoliana de interpretar el sentido territorial.

Mi primera reacción fue la de retirar el precario nido, pero nada más aproximar la mano empezaron las dudas, en un pleito interior que continúa: "¿Tengo derecho a quitarlo? Pues claro, cómo voy a dejar que aniden aquí, que críen y me llenen esto de porquería". Pero "¿no será un crimen contra la naturaleza, soy un mal anfitrión de lo que puede ser un regalo para agradecerlo?". Así que lo dejé… para arrancarlo a los pocos minutos.

Pero son tercas: al día siguiente aprecié de nuevo la acumulación de ramitas, así que repetí mi diálogo interior y la misma acción destructiva. Y así llevo más de una semana, porque cada mañana me vuelvo a encontrar el mismo canto, la misma pareja que emprende el vuelo y la misma construcción. Y con la misma mala conciencia recojo la inicial malla vegetal. Yo creo que están jugando conmigo a ver quién resiste más y a averiguar si a este humano se decide entre una conciencia y la otra.

En realidad, estas tórtolas son unas expatriadas del solar vecino, perteneciente a Defensa, en el que hasta hace unos meses se elevaban al menos un par de frondosos cipreses que funcionaban como pajarera de varias especies, y que me acompañaban, dando sombra mañanera, desde que nos mudamos al barrio. Fueron cortados una tarde, supongo que por motivos "de seguridad nacional", y al poco se podía ver a numerosas aves dando vueltas y posándose en los tejados que antes eran inhóspitos para ellas y ahora refugio. Y, creo, hoy volveré a arrancar el nido que mañana reconstruirán. Les informaré del desenlace.

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