El Alambique
J. García de Romeu
En un Puerto gaditano
Puente de Ureña
Esta mañana, cuando veía los reflejos naranjas, el pan de oro de las nubes, la lenta niebla álgida que acompaña al amanecer, veía las luces de enfilación del caño, el destello revuelto del faro, la lenta noche desprendiendo su ausencia para todo el día. Nubes dragonas. Ostiones de humo.
La metáfora clara. Nítida en estos tiempos. El tiempo manda todavía. Las danas acabando con pueblos y ciudades, acompañando a las otras violencias, la mujer, el paro, el… El miedo condensándose en nosotros… Entonces sentí que nadie, ningún gobierno débil, velará por los débiles. Nadie pasará la línea que separa el dolor del olvido. Porque el olvido es la cebolla del dolor, capas y capas callando, atenuando todo yo para siempre.
¿Dónde están los defensores de la debilidad cuando éramos jóvenes? ¿Los Nerudas, Oteros, Hierros, Manteros? Poetas de la emoción redentora, que es la que estimula siempre a la juventud que aguarda. Ya no estaban, ni ellos, ni su sociedad, ni sus obras. El tiempo que disuelve panteones y cementerios y cunetas, se los había llevado, muertos o vivos, los versos.
Puedo escribir los versos… ¿Dónde estaban los creadores que cantaban desde su silencio y su sensibilidad? ¿Quiénes los heredamos? ¿Qué quedará de nosotros cuando estemos muertos? ¿Qué poema? ¿Qué nada? Las calles de las ciudades están rotuladas por los de antaño. Galdós. González Camoyano, Berenguer, Quevedo, Barrios, Camúñez, Palacio Valdés… y hablo de la Isla. ¿Quién recuerda siquiera, de los más jóvenes, el título de un libro de ellos? ¿Un poema de amor? Recordar es ponerse de parte del olvido, pues pisa uno en la memoria sus territorios acabados. Veo los reflejos naranjas. Las calles omitidas por los políticos mediocres, el del carisma y el sin carisma, él y él y ahora ella -antes una calle a un gorrión que a un escritor, a un marisco que a un poeta, a un astro que a un pensador- no sustentan el eco vano de esperar… ah. La disolución final del ser no está en el tiempo, está en sus recorridos vitales, en su imaginación, su creatividad, su estudio. En la maduración positiva. En… Los políticos no reconocen a nadie que piensen que pueda estar en algo, por encima de ellos, o a su altura. De súbito veo las redes. ¿Todo el mundo es poeta? ¿No será tiempo para mejores empresas? No. Escriben hasta los más negados. Y peroran. Y se ofenden. Y atacan. Sin currículos serios, sin premios importantes, sin editoriales solventes, se leen entre ellos mismos, selfies, fotos, argumentos calcados de argumentos cansados… Ellos, que no respetan literaturas anteriores, al haber sido escritas por perfeccionistas del lenguaje, innovando en su época. Ellos, porque no son capaces. Poetas abolidos y amusicados. Prosistas submediocres. ¿Quién hablará de nosotros o de una obra cuando muramos? Estoy convencido de la capa de cal disolutoria, disolvente, del silencio. Veo a los leyentes, todos leyendo a todos, como zombis con manuscritos. Me lees, te leo. Hiperactivos por quedar. Placas. Libros. Pregones... Trabajo y estudio, no. Codos, no. Verborrea fatídica. Sí. Un grande. Un monstruo. Una maravilla… Ponderativos perfuntorios. El silencio es la lengua que madura las cosas. El sol que en los cristales deja polvo de oro. El sol de invierno secuestra la ciudad. El silencio reposa en la marisma. Ni siquiera las tumbas insisten en quedar. Lucha contra el olvido que es más olvido… Y yo me entiendo.
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