Antonio Morillo Crespo

Pum, pum, pum…

La Corredera

20 de agosto 2024 - 03:04

No sé si estamos en un poblado de Kenia o de Zimbauwe, no sé si estoy entre los bosquimanos. Estoy en la playa, como todo el mundo gozando del mar y de las olas, o bien me he trasladado a una ciudad africana donde en una fiesta característica de aquellos humanos melodian con un continuo pum, pum pum y pum. La gente está tomando el sol, acostados en la arena o corriendo por la orilla. Nadie repara en la música del pum pum que continuamente y sin descanso repite y repite sus sonidos monótonos y cansinos.

No es que yo quiera oír la Novena Sinfonía de Beethoven o la Sonata número 9 de Amadeus Mozart. Pero quiero oír el mar, quiero oír el suave viento como juega y rula con las olas que al son del vientecillo una y otra terminan suavemente sobre la arena de la orilla. Me quedo admirado del inmenso mar, de nuestro océano, que se pierde en el infinito, allá lejos Marruecos y algún que otro barco o tabla que surca sus anchas espaldas marcando estelas de espuma.

Da hasta regalo como centenares de coches van y vienen a la costa. Familias enteras que viviendo en pueblos o ciudades del interior, buscan la playa. Levantar temprano a los niños, preparar la tortilla y marchar más o menos en caravana hacia la costa para pasar el día olvidando el trabajo y la rutina y gozando de la madre naturaleza. Pero, ¡ay, ay! Hay quien entiende que debe amenizar a los bañistas a los miles de personas que gozan en la paz de la playa para poner una música que se me antoja “negroide” (sin faltar, que les tengo el máximo respeto siempre). Pero cada uno con lo suyo. Que no es lógico ni natural que por narices esté uno en la playa dándose un bañito y tenga que estar ole con ole escuchando el pum, pum, pum que una discoteca o chiringuito pone a todo volumen para atraer a los clientes. Me supongo que será para eso.

Los niños juegan haciendo hoyos en la arena, unas tendidas al sol quieren tostar sus bellezas en un tono más moreno. El atleta corre y corre sus músculos rompiendo la arena recién mojada por la ola. El despistado vaga y vaga sin cuento como queriendo olvidar sus pesares y el enamorado clama a los cielos la hermosura de su pareja tan bella y tan bien hecha. Tatuajes, músculos, piernas… toda la humanidad hecha criaturas tomando el sol, divino tesoro. Y la música cansina y monótona sigue y sigue como si fuera un viento de levante de esos que de vez en cuando nos visita.

P.D. Hay quien para evitar esto se va al monte entre los pinos, donde sólo se oye le rumor de las ramas, las hojas y los piñones. Y en todo caso va a la playa, hace los oídos sordos, dice para sí mismo unas cuantas “jaculatorias”, se tira al mar y vuelve a tierra. Solución lógica: que cada chiringuito quite el ultra altavoz y ponga cinco, diez altavocitos en cada esquinas del local para los grupos de clientes. Así tienen su amada música y el público en general puede oír puro y limpio el rumor de las olas.

P/D segundo. Refiriéndome al tema que ustedes saben sobre el Obispo, leímos cuántas y formidable obras se han realizado en las Iglesias y en la Catedral. El asunto es: ¿de dónde sacó tantos miles de euros?, ¿no se pasó algunas veces indebidamente con personas o pueblos?, ¿sólo gastó en lo dicho o también en otros menesteres propios?

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