
El Alambique
Pepe Mendoza
Las letras al sol
Balas de plata
El Señor X era M. Rajoy y luego se convirtió en el Uno. Son sombras del Estado; el modo en que socava aquello que no debe salir a la luz, que tiene que mantenerse en el interior de la vagina de una prostituta en Teruel, o en las grabaciones de una domadora de leones y reyes, o en la libreta contable de un tahúr con esquíes, o en el listado de gente que cobra una morterá por quedarse en su casa. Es el acceso al poder como medio de dejar de doblar los riñones, de tomar una vida distinta a la del resto, de montar una taberna para forrarse contra el fascismo y que te la paguen los conmilitones; el poder que nace de las influencias, las presentaciones, los tipos con bigotes o con pelazo o plenos de abdominales que se ponen púos de trincar billetes de esos que cuentan las máquinas de la mafia, los partidos políticos y la Casa Real (según Corina).
Entender todo lo anterior y digerirlo sofocando las ansias guillotinadoras es un ejemplo de pulcritud democrática y no lo que nos vienen esputando las ministras de compañía de Pedro Sánchez (uy, perdón, espere que me limpio el poco de machismo que me ha quedado en la comisura de los labios). Sí, me reafirmo. De compañía. Pero no porque se dediquen a la loa y extensión de la obra de Umbral, Cela o Santiago Segura, sino por salir en auxilio de su líder y secretario supremo general de todos los imperios, el Khalesi rosáceo. Un tipo guapo que compra boletos de estadista internacional en el mercado chino, mientras aquí discutimos acerca de la presunción de inocencia o el in dubio aporreo que patenté hace tantos años y donde la ministra portavoz resultó estar en el parador de las izas, rabizas y colipoterras de Ábalos, Koldo y a saber quién más el mismo día de confinamiento en que aquellos fletaron una furgo con ánimos libidinosos.
Tampoco quiero decirlo muy claro, por eso me envaro y enreveso a voluntad. Es la mejor manera, sin duda, de esquivar la bala de una campechana demanda de protección al honor disparada por quien carece de él. Recientes ejemplos hemos visto en los últimos días. Que si yo fuera Cáritas rechazaba la indemnización, caso de ganarse por el actor, dicho sea de paso. Así que, como decía, mejor dejar que cada uno entienda lo que quiera o pueda. Los socialistas dirán que soy de derechas, los populares, que soy zurdo, y los anarquistas, los de Sumar y los de Podemos simplemente pensarán que soy un facha, pero si les mando un bizum de 250 euros me mandan un temita cantado por Pablo Iglesias que es lo más.
Y así entra España en una nueva Semana Santa en la que los Cristos se ausentan del Congreso de los Diputados mientras las Marías Magdalenas que mandan sus currículos con retrato en camisón se quejan de que les reclaman los alquileres impagados de los putos pisos que sufragamos todos con esos putos impuestos que precisamente hoy cargan en nuestras putas cuentas corrientes. Porque claro, de putas iba hoy la cosa. Y de sus queridísimos hijos.
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