Enrique Montiel
Esa música
El Alambique
A dos semanas pasadas de la presentación de los carteles de la temporada taurina. Para algunos, una decepción de temporada y para otros, un auténtico insulto al no estar acartelados los matadores de nuestra ciudad, llegan esos días de calma.
No voy a rasgarme como otros han hecho las vestiduras, tampoco voy a avivar llamas entre compañeros de albero como se ha hecho, no cuestionaré jamás el cariño y el amor que alguien le pueda tener a nuestra Plaza. Entre los aficionados se cuestionan muchas cosas, entre los aficionados se discute, entre los aficionados se reparte una vara de medir las cosas a conveniencia de cada uno, entre los aficionados no hay unión; como en la mayoría de los colectivos de nuestra ciudad y en eso, es en lo que fallamos siempre, es nuestro punto débil.
Como decía antes, estamos en esos días de calma, en lo que todo lo caliente se enfría. Estamos en esos días en los que los que promueven un movimiento de profunda pureza portuense, para que el aficionado demuestre su descontento, andan mirando qué entrada se van a comprar o “buscar”; porque yo promuevo, pero que se quede sin ir a los toros otro. Estamos inmersos en los días de la aceptación de esos carteles, que, aunque a mí personalmente no me gusten del todo, estoy dispuesto a disfrutarlos.
La experiencia me dice que las grandes tardes de toros no tienen por qué estar reñidas a grandes carteles. Todos recordamos tardes de gran expectación, que como bien dice el refrán, fueron tardes de verdadera decepción.
Dejemos fluir la magia, la esencia y el encanto del que todos presumimos que tiene nuestra Plaza Real. Dejemos que los duendes del toreo, se apoderen de los acartelados y regalen tardes de autentico disfrute en el ruedo portuense.
Quizás, cuando una de estas temporadas que no despierta mucha ilusión se convierta en una de las grandes temporadas de la Plaza de la Bahía; quizás nadie menosprecie y diga no a torear en su Puerto, en las circunstancias que sean. Porque a la Plaza donde diste tus primeros pases nunca hay que decirle que no. Las faenas en los despachos para otras plazas; en la tuya, el amor a tu tierra.
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