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El Alambique
Belén Domínguez
Rebeldía
El Alambique
Me captó en las redes un dibujo que ilustraba lo siguiente: “En la era del consumismo, reparar algo es un signo de rebeldía.” Evidentemente lo es, puesto que opone resistencia a la tendencia general, desobedece el mandato del rebaño, no sigue la moda que, desde hace mucho, marca tirar lo que se estropea porque sale más barato el recambio. Cabe preguntarse más barato para quién porque al final, si se analiza el coste humano y medioambiental que tienen los productos baratos tanto en su facturación como en su desecho, es obvio que barato no sale. Al menos a largo plazo. Quizás ese es el problema, que ahora no se piensa a largo plazo sino desde la inmediatez. Puedo, lo adquiero. El día de mañana...
Y, sin embargo, en parte surgidos como fruto de la última crisis y en parte como corriente alternativa, ligada a otro tipo de propuestas más racionales, sensatas y coherentes, empezaron a brotar locales que reparan pequeños electrodomésticos, hacen arreglos de costura, actualizan muebles, venden ropa de segunda mano y, en algunos lugares, incluso aceptan los envases de vidrio como retornables. Es decir, llega como tímida alternativa, entendida a veces casi como una actitud política, lo que se hacía cuando la gente de mi generación gastaba su infancia al tiempo que desgastaba los zapatos, heredaba la ropa de sus hermanos y compraba el vino una y otra vez en la misma botella de vidrio. Pero van, vamos, con el pie cambiado. Es un movimiento que va demasiado despacio, muy a contracorriente. No suma adeptos por oleadas ni mucho menos se hará ”viral”. Apenas lo siguen dos grupos: la gente mayor en los pueblos muy apegada a sus costumbres tradicionales, criada en un entorno donde hasta se daba vuelta a los abrigos por necesidad, y un escogido puñado de urbanitas muy modernos, que toman así conciencia de salirse del borreguismo envolvente. Una de esas situaciones en las que los extremos se tocan.
Yo, que no pertenezco a ninguno de los grupos, no me permito caer en el escepticismo del mínimo impacto individual, así que arreglo, reparo y reutilizo. Me tranquiliza. De vez en cuando conozco a gente muy maja que hace lo mismo. Por si te apuntas.
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