Miguel Ángel Castellano

La representación de la Piedad y la hermandad del Caminito

Las imágenes del triduo itinerante de la Hermandad de las Angustias del Caminito
Las imágenes del triduo itinerante de la Hermandad de las Angustias del Caminito / Germán Mesa

10 de marzo 2025 - 09:35

En diferentes ocasiones hemos mencionado la obra Iconografía de la Virgen, del presbítero Manuel Trens en 1947; texto fundamental hasta la fecha a la hora de adentrarnos en cualquier advocación mariana.

La Piedad como figura devocional y aislada en el arte no aparece la Virgen dolorosa hasta después de la crucifixión de su Hijo; cuando todo está ya, consumado, y la historia se convierte en éxtasis y liturgia. Es un momento de trágica dispersión, semejante a la que aisló a la figura de Cristo en su pontifical de la Pasión; momento en que desaparecen los personajes históricos que, a pesar suyo, disminuyen la figura de María. La Virgen, pues, se queda sola, víctima de su grandeza y sumergida en su dolor, entregada exclusivamente a la piadosa contemplación de sus devotos, a quienes todas las circunstancias ajenas a esa innegable pena maternal.

No es de extrañar que en esta coyuntura devota místicos y artistas tiendan a juntar los dos extremos de la infancia y de la muerte de Jesús; los dos extremos de la Virgen madre y la Virgen huérfana de su hijo; el Pesebre y la Cruz. Lo hicieron cuando la Cruz brillaba en el porvenir, lo hacen después cuando la divina infancia está en el pasado. Son los dos palos de la santa virginidad de la Madre de Dios.

El gesto dolorido, pero sereno, de María, se repetirá más tarde, no ya sobre su Hijo dormido, sino muerto; no extasiado frente a la Cruz, sino aplastado por ella. Nos referimos al grupo que alcanzó tanta popularidad y que conocemos con el nombre de la Piedad.

Vuelven los abrazos, los ósculos, de aquellos primeros años de Jesús de Nazaret. Nos encontramos al otro extremo de su infancia, dulcemente acariciada por la muerte. Los artistas quisieron expresar este momento en que la Virgen entreteje sus recuerdos juveniles con la realidad de este Jesús, que a través de la muerte ha nacido a otra vida.

Algunos autores hacen notar la desproporción entre el cuerpo de Jesús y el de su Madre, que salta a la vista en no pocas representaciones primitivas de la Piedad, y opinan que esta desproporción no es debida a la inhabilidad artística, sino a una idea que le infundieron los místicos.

A este propósito, se recuerdan unas palabras de san Bernardino de Siena. Según este famoso predicador la Virgen, teniendo a su Hijo muerto en su regazo, cree que han vuelto los días de Belén; ella se figura que su Hijo duerme, que lo mece sobre su cuerpo, y que el sudario con que lo envuelve son los pañales. A esta idea obedece, más que la antes mencionada , la imagen conocida bajo el nombre de Nuestra Señora de los Dolores de Arizu, en Navarra, y también una miniatura del monasterio de Guadalupe.

A la actitud adorante y ensimismada de las primitivas Piedades, sigue el lamento y la efusión maternales. San Bernardo dio la consigna a los artistas: “Lo estrecharé entre mis brazos”, hace exclamar a la Virgen, “y depuesto de la Cruz, besaré a mi Hijo, Dios y Señor”. Los artistas, olvidando todo simbolismo, se entregan a un dramatismo sentimental y devoto, que acabará en teatriamo y posturas académicas.

La Piedad es una creación alemana, según parece, del siglo XIII a XIV. La hallamos mencionada por primera vez en el año 1298. Este tema fue creado alrededor del gran místico alemán Enrique Suso y de los místicos dominicanos de aquel país. En 1300, un maestro alemán de nombre desconocido dio forma plástica a esta impetuosa lamentación de la Virgen, plasmada para un convento de religiosas. La imagen había de tener una adaptación tan rápida como universal. Los primeros modelos solían ser de pequeñas proporciones, y en los templos se colocaban en lugares retirados y semioscuros, a fin de hacer resaltar más la angustia y soledad de María.

Esta creación iconográfica fue precedida por una abundante producción poética. Gran parte de ella consistía en los Monólogos que antiguamente se contaban en Oriente y que los cruzados dieron a conocer en sus respectivos países. Tales composiciones, henchidas de doloriamo lirismo, suscitaron un general lamento poético que culminó en el famoso Stabat Mater, la secuencia que la liturgia continúa cantando en las dos festividades de la Virgen de los Dolores.

Hay que hacer constar que la misa dedicada a los Dolores de la Virgen se introdujo en España en una época muy temprana. El documento más antiguo relativo a la fiesta de los Dolores data de primera mitad del siglo XV (Concilio Provincial de Colonia, 1423).

El Papa Sixto IV (1414-1484 ) aprobó una misa especial para dicha fiesta. En un misal de Vich, impreso en el año 1496, encontramos una misa de los Dolores que se celebraba en la dominica segunda después de la octava de Pentecostés.

Es también muy interesante la antigua devoción (siglo XV) de las siete misas de las Tribulaciones y Destierro de la Santísima Virgen, pro quacumque tribulatione (para remediar cualquier tribulación). Se trata de misas del Señor y de la Virgen, para cuya celebración se exigía un determinado número de velas. Esta devoción tenía un sabor supersticioso, no obstante se le dio entrada en nuestros misales.

La Piedad, constituyendo generalmente un grupo escultórico, no aparece en Francia e Italia hasta finales del siglo XV, y a principios del XVI se extiende por todas partes . En España tenemos ejemplares que se remontan al siglo XIV.

En Francia , este grupo de María con su Hijo difunto era conocido bajo la denominación de imago beatae Virginis de Pietate (imagen de la bienaventurada Virgen de la Piedad). En Alemania, fue y continua siendo llamada Vesperbild, que en tradución literal quiere decir imagen vesperal, probablemente porque fue el viernes por la tarde cuando María recibió en sus brazos a su Hijo desclavado de la Cruz. En Italia fue llamado desde el principio Pietá, nombre que tuvo una repercusión mundial. En España se conoce con el nombre escueto de Piedad, o bien Piedad de la Virgen, o Nuestra Señora del Traspaso.

No hay que confundir Piedad con el llanto sobre Cristo muerto, que ya no es una simple imagen sino una escena de carácter episódico, en la que figuran varios personajes; aunque este es un tema que se sale de los límites en este estudio. Huelga decir que con mucha frecuencia estas imágenes de la Piedad son conocidas bajo la advocación de Nuestra Señora de los Dolores. En nuestro lenguaje cotidiano las confundimos continuamente.

En España tenemos una representación primitiva y bastante rara de la Piedad, en la que la Virgen está sentada con las manos juntas sobre el pecho, entrecruzados los dedos, en señal de grande angustia. Su divino Hijo yace muerto a sus pies, sobre una especie de sarcófago. Jesús es un yerto y diminuto cadáver, la Virgen, como tenebrosa de manifestar su dolor, queda sumida en dolorido éxtasis.

Este tipo de Piedad quedó pronto arrinconado, salvo en raras y rezagadas representaciones de carácter popular. Así como en las Madonas el grupo perdió su hieratismo y pronto se entabló el diálogo de amor entre la madre y el Hijo. Aquí también Cristo, a pesar de estar muerto, parece sensible al doloroso monólogo de su Madre, y el cuerpo toma diferentes actitudes que invitan al dolor de los fieles. Cuando una superficie lo permite se disponen alrededor de la Virgen los instrumentos de la Pasión, tal como vemos en el relieve de la Piedad en alabastro de la iglesia parroquial de Cardona (Barcelona). Esta clase de relieves fueron abundantísimos y se incrustaron lo mismo en las paredes de los templos que en las casas.

Un típico grupo primitivo de la Piedad es la espléndida escultura, de sabor flamenco, en piedra policromada que se conserva en el Museo de la Catedral de Santiago de Compostela. La Virgen, prematuramente envejecida, lleva toca. Con una mano sostiene la cabeza de su Hijo, y con la otra el brazo izquierdo. Jesús está tendido sobre las rodillas de su Madre, dejando caer verticalmente su brazo derecho. La Virgen reprime todavía el llanto. Es una de las imágenes más sobrias y emocionantes en la expresión del inefable dolor de la Madre de Dios.

Una esplendida tabla del siglo XV, perteneciente al retablo de la Visitación de la Catedral de Segorbe, nos permite apreciar este tema en la pintura gótica. Esta contemplación, esta maternal angustia, subyugada por el oro de los fondos de los retablos y por la avalancha de pliegues de una extenuante indumentaria, se precipitó bajo la influencia del Renacimiento en una desbordante y delirante emoción, en la que entran en juego todos los grandes resortes del sentimentalismo humano y divino.

Morales casi da al grupo un aspecto macabro. Jesús es una cadáver cuyas manos intentan una postura académica, y la Virgen parece más bien contemplar y sostener, temblando, una ruina humana.

El barroquismo español dio a esta postura acentos y gestos de una desbordante y aparatosa tragedia. Es interesantísimo el detalle de la espada que María sostiene apoyada sobre el pecho de su Hijo, que recuerda la espada que Simeón le anunció. Huelga decir que la tradición patrística en masa, y sobre todo la piedad medieval,vieron en esta espada el símbolo de todas las angustias de la Virgen.

El Caminito de Cádiz

Una vez que hemos realizado un recorrido por la representación de la Piedad, su conexión con las Angustias y su evolución a través de los siglos, nos centraremos en nuestra cofradía de penitencia cuya advocación tratamos.

La Venerable Cofradía de Penitencia de Nuestra Señora de las Angustias y San Nicolás de Bari es de todos conocidos que sus orígenes radican en uno de los rosarios públicos provomidos por fray Pablo de Cádiz, de lo que tuvimos noticias directas una vez que pudimos leer en la Fundación Joly la documentación existente al respecto.

Precisamente con motivo del 275 aniversario fundacional que se celebra durante el año 2023 se ha vuelto a editar una publicación en su segunda edición, con textos de los historiadores Carlos José Romero Mensaque y Francisco Espinosa de los Monteros. Edición que en los escritos recogimos en parte cuando varios autores realizamos el estudio para presentar la Semana Santa de Cadiz de Interés Turístico Nacional. El germen se encuentra, sin dudas, en la fundación de su capilla del Caminito y su conexión como rosario. Tenemos la fecha contrastada en 1701 y los promotores en las personas de Lavinio Calderón, Marcos Arroyo y Gerónimo de Estrada, Marqués de Casa Estrada, cuya lápida sepulcral se encuentra a los pies del retablo marmóreo que acoge a su titular.

El autor nos remonta a finales del siglo XVII y la trasformación de la sociedad gaditana tras el asalto anglo–holandés de 1596. Es en esos años de plena penuria y abandono cuando surge la figura de Fray Pablo de Cádiz (1643–1694). Las normativas de esos rosarios fueron aprobadas por el obispo de Cádiz y Algeciras, José de Barcia Zambrana, el 19 de junio de 1693.

Espinosa se los Monteros nos aclara que en 1748 nos encontramos con el Rosario de Nuestra Señora de las Angustias por primera vez.Y añade que efectivamente de este año son las primeras constituciones conservadas, aprobadas por fray Tomás del Valle el 30 de diciembre de 1748.

Tenemos, pues, la fecha concreta de la creación de uno más de los rosarios públicos, en este caso de Nuestra Señora de las Angustias del Camino, cuya fecha se puede tomar a la vez con la datación de la actual imagen, distinta a la que tendría a finales del siglo XVII.

Es necesario aquí hacer mención al hecho de que algunos historiadores suponen que la primitiva imagen es la que preside hoy en día el altar mayor del convento de las concepcionistas descalzas de la Piedad, si bien es verdad que con la visita realizada hace décadas al interior del convento acompañado por José Luis de Rosa, Manuel Busto y Hans- Josef Hartz pudimos comprobar otra imagen de la Piedad en sus dependencias.

En 1824 tenemos noticias de que la hermandad estaba prácticamente extinguida, aunque continuaba siendo un rosario público. Sin embargo la Virgen sí tenemos constancia de que acompañó en su cortejo a otras hermandades.

En la publicación de la editorial Absalon sobre Semana Santa en Cádiz en marzo de 2009 se publicaron diferentes artículos por varios autores con los que tuve la oportunidad de participar en los apartados “Imágenes devocionales no procesionales de Cádiz” y “Cofradías Extinguidas”.

En lo referente a la hermandad que nos ocupa podemos leer: “Decaida en el siglo XX, en 1934 se reorganiza totalmente siendo sus nuevas reglas aprobadas el 22 de enero de 1935 por el obispo don Ramón Pérez Rodríguez (1933–1937). La imagen procede de una capilla privada de Asturias de los Estradas, siendo don Jerónimo Estrada el que la traslada a Cádiz para donarla a la Compañía Espiritual del Santo Rosario”.

Lo acahecido desde aquellos años es de todos bien conocido, también gracias a la reciente publicación, en su segunda edición, sobre su historia por parte de la Hermandad en su 275 aniversario fundacional, lo que no admite extendernos más sobre el tema.

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