Sensibilidad

El Alambique

El otro día, cuando salía de casa, se me cayó un pendiente. Lo recogí del suelo, pero no me daba tiempo a buscar el cierre, así que me fui sin él. Durante la mañana hablé con mucha gente y, sin embargo, solamente una alumna me dijo “profe, se te ha caído un pendiente”. Al volver a casa y mirarme en el espejo, en seguida volví a echarlo en falta y fue entonces cuando caí en qué pocas personas lo habían advertido. No es solo cuestión de pendientes. Tengo amigos que llegan a casa y lo primero que hacen es detectar cambios por mínimos que sean, mientras que otros no advertirán ni siquiera una transformación en el color de las paredes o incluso una renovación de mobiliario.

Esta diferencia nos separa, pero también nos enriquece. El diferente desarrollo y la sensibilidad a través de cada uno de los sentidos, así como de lo que los griegos llamaban el “nous” (lo que vendría a ser el “ojo de la mente”, es decir, el intelecto y la inteligencia) es lo que nos acerca a la realidad y a su interpretación. Y no es uniforme.

Nos pasamos la vida tratando de entendernos a nosotros mismos y a los demás, pero a veces es un diálogo de besugos. No nos oímos o no nos vemos o no nos tocamos lo suficiente como para interpretarnos. Yo no veo y mucho menos entiendo por qué tú te has teñido el pelo de rojo; tú no aprecias que he cambiado de perfume; ninguno oímos ni interpretamos por qué una tercera persona se repite tanto al hablar o no soporta que la toquemos y ella probablemente no comprende por qué a mí no me gusta la nata.

Siendo natural esta enorme diversidad, no tiene sentido ofenderse, irritarse o enfrentarse por la diferencia de gustos, ni siquiera por la disparidad de criterios en el discurso o relato con el que interpretamos el mundo. Y, sin embargo...

Metidos de lleno en la primavera, a las puertas de la Semana Santa, tenemos una nueva oportunidad de convivir sin enfrentarnos en unas celebraciones que brindan un completo espectáculo sensorial del que se puede disfrutar con la vista, el oído, el olfato, el tacto y el gusto. O no, porque ahí siguen la playa y la sierra… Si hay respeto mutuo, que cada uno disfrute como quiera.

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