El parqué
Jaime Sicilia
Siguen las caídas
El Alambique
Esta semana me acordé de una serie documental que vi hace unos años, Guerra al plástico. Son unos pocos episodios producidos por la BBC que profundizan en los problemas de la producción masiva, sus efectos en la salud, en el medio ambiente, las alternativas… didácticos y entretenidos.
Pese a que la serie está enfocada en el Reino Unido, uno de los reporteros viaja a Malasia, a un pequeño pueblo cuyo paisaje está dominado por inmensas montañas de desechos plásticos. No hace falta rebuscar mucho para encontrar pruebas de que toda esa acumulación de basura no es autóctona: proliferan los logos de supermercados británicos y hay incluso bolsas de reciclaje de las que reparten los ayuntamientos con el código postal de pequeñas aldeas de la campiña inglesa.
En los países desarrollados la gestión de los plásticos es una situación compleja, con muchas normativas que tener en cuenta y procesos muy escrupulosos. De modo que, ¿por qué complicarnos la vida si podemos subcontratar el problema?
Ahora, en Europa, queremos hacer lo mismo, pero con seres humanos. Siguiendo la misma lógica de “ojos que no ven”, pretendemos llevarnos lejos la gestión de las personas migrantes.
Claro que la acogida es complicada. Pero, ¿qué extraña ingenuidad nos lleva a pensar que en terceros países va a ser más fácil? ¿Van a tener más recursos para atender las necesidades de quienes acudan a estos centros? ¿Serán más capaces de analizar objetivamente sus demandas?
A 11.000 kilómetros de Londres, el reportero de la BBC descubre -quién lo iba a imaginar- que las condiciones de procesado de los plásticos no son adecuadas, que buena parte del volumen importado queda sin tratar, y que la población local está viendo cómo sus acuíferos se contaminan. De hecho, las constantes violaciones a la norma han obligado, desde la fecha de emisión de aquellos documentales, a endurecer las leyes sobre la gestión de plásticos.
¿Por qué con los migrantes iba a ser distinto? ¿Por qué pensamos que todo va a ser legal, justo, ético? Nadie lo cree; simplemente, han decidido taparse los ojos. Qué pena de Europa.
También te puede interesar
El parqué
Jaime Sicilia
Siguen las caídas
Puente de Ureña
Rafael Duarte
Autores y autorías
El parqué
Nicolás López
Jornada de descensos
Tribuna Económica
España, locomotora de Europa: ¿espejismo o realidad?