
Tribuna Económica
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El Alambique
Los sueldos de los políticos, asesores y cargos de confianza han sido un tema recurrente de debate en la sociedad. En un país donde muchos trabajadores luchan por llegar a fin de mes, a menudo sin alcanzar siquiera el salario mínimo interprofesional, resulta indignante observar cómo ciertos individuos disfrutan de remuneraciones desproporcionadas. Estas cifras no solo son un reflejo de desigualdad, sino también de una desconexión entre las élites políticas y la realidad cotidiana de la ciudadanía.
Es especialmente frustrante cuando se constata que algunos de estos cargos no son ocupados por méritos, sino por lealtades políticas o, peor aún, por oportunismo. Hay quienes han hecho de la política un oficio, navegando entre partidos y adaptándose al viento que más sopla, asegurándose siempre un puesto de responsabilidad. Este fenómeno, conocido coloquialmente como "cambio de chaqueta", no solo erosiona la confianza en las instituciones, sino que también perpetúa un sistema donde el mérito y la competencia quedan relegados a un segundo plano.
Mientras tanto, los trabajadores que sostienen la economía con su esfuerzo diario enfrentan condiciones laborales precarias, salarios insuficientes y una creciente incertidumbre. La brecha entre estos dos mundos no solo es económica, sino también moral. ¿Cómo justificar que un asesor político gane varias veces más que un maestro, un enfermero o un bombero, cuya labor tiene un impacto directo y tangible en la sociedad?
Es hora de replantear las prioridades. Los sueldos de los políticos y sus asesores deben ser proporcionales a su responsabilidad y rendimiento, y no un privilegio inherente al cargo. Además, es fundamental establecer mecanismos de transparencia y rendición de cuentas que garanticen que estos puestos sean ocupados por personas verdaderamente capacitadas y comprometidas con el bienestar común.
La política debería ser un servicio, no un negocio. Solo así podremos construir una sociedad más justa y equitativa, donde el esfuerzo y el mérito sean reconocidos y valorados por igual.
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