Tarde de verano

El Alambique

10 de agosto 2024 - 07:00

Acudo a Puerto Sherry al mercadillo de Proyecto Hombre. Sé cuanto dependen estas asociaciones de nuestra colaboración. Valoro el esfuerzo de su voluntariado. Siempre insisten en la doble intención de buscarles financiación y darles visibilidad. Es tan importante el rescatar a personas de los batacazos que hayan podido desviarlos de una vida digna...

Conduzco despacio. Al abrir la ventanilla oigo música cañera, chirriante, zumbona. Asusta gaviotas. Atormenta camaleones. Si por lo menos fuera buena música. Sus ruidos torpedean la tranquilidad que se espera de unas dunas a pie de playa. Y sin embargo parece que solo me molesta a mí. Serán los años, me digo.

Aún no son las siete de la tarde y me sorprende ver a tantos jóvenes. Van agrupados, charlotean tras un largo curso universitario. ¿Por qué no? Tienen todo el derecho a reunirse y descansar de las tensiones de los exámenes. Algunos llevan bebidas en las manos. Es pronto para esos vasos largos. Y de nuevo pienso que por qué no van a tomarse lo que les apetezca. No son menores, creo. Ya saben lo que se juegan. Pero, ¿por qué tengo que tener estos debates conmigo si no conozco a nadie y solo vine a donar algo y a colaborar?

Las bolsas de aparcamiento están repletas de buenos coches. Por fin encuentro un lugar dentro de las reservadas del hotel tras explicar al seguridad por qué voy allí. Demasiado control. Eso está bien. Así se ahuyentarán a los que viven de las debilidades ajenas.

El mercadillo está muy bien ubicado. La sala es agradable. El mar al frente. No hay viento. Paseo por el local y elijo libros de autores clásicos. No recuerdo ni me importa si los leí de joven. En estos momentos determinadas lecturas las paladeo de otra manera. Llevo tres. Entre ellos dos autores muy españoles. Necesito reivindicar nuestra cultura: me despegarán la voz del catalán separatista de esta mañana en la radio.

Cuando voy a pagar me piden que lleve otro para que sean cuatro por un euro. Si libros de Cela o Galdós salen a ese precio, con mis escritos, supongo, harán leña. Sonrío.

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