Tontos, tontas, famas

El asunto al final es, como siempre, el afán de notoriedad, fama mocusea, y gloria efimerísima

21 de agosto 2024 - 06:00

El mar con el levante toma color de caramelo despeinado. Es tan molesto que se pone uno a leer a barlovento de su casa. Hubo un tiempo, en el que la prosa no se estimaba como literatura. Flaubert, recordado por su novela Madame Bovary, y por su permanente búsqueda de la "la palabra justa", creía en la poesía por encima de todo. Conocida es la anécdota sobre el nacimiento de Frankestein: Percy Bysshe Shelley, Lord Byron, Polidori y Mary Shelley, se pusieron de acuerdo durante un invierno helado para escribir cuentos de terror. Más entonces, Percy y Byron se cansaron del juego, porque consideraban que la aburrida prosa no merece que malgasten su talento como poetas. Así nació el monstruo universal. Desdeñado como novela por parte de sus creadores.

Paul Valéry, remachó: "La novela no forma parte del arte literario por su prosaísmo antiartístico", decía el autor de El cementerio marino. Antes, los neoclásicos se habían negado a alinearla junto a los géneros literarios más nobles, como la epopeya y la tragedia, en oposición a la prosa roma o meramente enunciativa.

A lo mejor el levante, la lluvia, los fríos y calores influyen en el mar de los sentidos y pasa esto y aquello. Cela dijo que la novela era todo lo que se escribiese en un libro que en la portada declarase novela.

¿Y hoy? Obra literaria de cierta extensión, dice la Real. Cualquier cosa cabe en el canasto. Hoy escriben hasta las moscas con las patitas manchadas de tinta. Esa es la miel del pastel de hoy. Yo me he metido a lector. Casi no hay. Ningún culo reniega de su mierda, dijo Quevedo, refiriéndose a Juana Mucha. Así pasa lo que pasa. Aparece la novela más larga del mundo, Marienbad my Love de Mark Leach, con diecisiete volúmenes, y es el inventor de la palabra más larga del mundo y el título de libro también más extenso. El asunto al final es, como siempre, el afán de notoriedad, fama mocusea, y gloria efimerísima… Nunca cogió fama, como tantas que perecen en estantes locales perimetrales de sus casas. No quiero juzgar lo que leo. El virus del Nilo es menos malo.

Nadie, hoy, ha mejorado el "ejército clónico de melifluos atufantes, escritores serviles del nuevo bloque hegemónico de clase o fundamentalismo narrativo". Narrativa más mala que un clon del mal. (En medio los fósiles sublimados como Luis Berenguer, Alvaro Qunqueiro, Delibes, Torrente, Cela, según ellos).

¿Qué, quién, quedará? Los siglos fuman piedras, fosas, olvido. Los estudios literarios exhuman tendencias, libros, intereses editoriales, que también diasporará el tiempo. Me quedo con lo que escribe Pepa del Aligustre, filósofa narrativa: Sí escribes, párate ya/ hazte lectora y no ceses/ la sombra de los cipreses/ todo se lo comerá.

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