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La transición en 100 días. De Kichi a Bruno en un verano. El nuevo gobierno de Cádiz avanza en la gestión de la ciudad cumpliendo (mañana lunes) la primera de las etapas que tendrá esta carrera de cuatro años, los primeros cien días al frente del Ayuntamiento; una barrera que trae consigo el primer balance, las primeras valoraciones de cómo se están haciendo las cosas, de cómo ha arrancado esta nueva etapa del PP en el timón del barco gaditano.
Precisamente, puede ser transición la palabra que mejor defina este arranque de mandato de Bruno García, esta conversión del joven concejal que conoció la ciudad al frente del Turismo y del Ifef al alcalde que se ha convertido a la vuelta de ocho años en la oposición y un rodaje previo en el parlamento andaluz. El alcalde se ha balanceado en estas primeras semanas en el sillón de la Alcaldía entre las decisiones que han evidenciado ciertos cambios en la gestión con una cuidada (excesivamente cuidada, en ocasiones) continuidad de las políticas establecidas por el anterior gobierno.
Quiso García que su llegada a San Juan de Dios se notara con medidas inmediatas como la vuelta de la Policía Local a las playas, un refuerzo en el plan de limpieza que parece disiparse conforme pasan las semanas (porque la ciudad sigue estando notablemente sucia, con manchas de mugre en zonas de primer orden que debieran ser especialmente mimadas), la instalación de un desfibrilador en la calle Ancha que al parecer llevaba meses esperando colocarse y, sobre todo, el decidido impulso a la construcción de viviendas, desbloqueando o activando promociones que suman un centenar de pisos, que viene a ser una cifra mayor que la de pisos entregados en los ocho años de Kichi. Sin duda, esto último puede ser el principal revés político que le ha dado el alcalde popular al de Adelante.
En paralelo a estas medidas, algunas de ellas meramente simbólicas, Bruno García ha optado por dar continuidad no solo a determinadas políticas desarrolladas por el ejecutivo de Kichi sino a la forma de hacer política de los anteriores. Desde las más banales, como el juego con la bandera de la Plaza de Sevilla (a veces con el pendón, otras con la enseña nacional y en otras tantas con el mástil desnudo), a las de mayor calado sobre las que ya ha dicho en reiteradas ocasiones el alcalde que no va a cambiar nada.
En esta línea, hemos visto cómo el gobierno del PP ha espectacularizado algo tan sencillo como descubrir el nuevo nombre de una calle, ha planteado ya nuevas dedicatorias de vías (cuestión que había provocado cierto hartazgo en la ciudadanía), ha mantenido sin cambio alguno las programaciones de fiestas y eventos en la misma línea que los dos últimos cuatrienios, ha dejado al frente de las empresas municipales y las distintas áreas -por ahora- a las mismas personas que estaban, y sigue convocando el minuto de silencio a las puertas del Consistorio cada vez que hay un crimen machista (medida que ha llegado a aplaudir el alcalde durante la campaña y una vez llegado a San Juan de Dios). De igual modo, ha dado una cierta continuidad a esos foros sobre el Carnaval que convocara Lola Cazalilla el pasado año para revisar la organización del Concurso de Agrupaciones y la fiesta en la calle y mantiene por ahora la hoja de ruta de los proyectos que tenía marcados el anterior gobierno.
El único cambio, prácticamente, que se ha constatado en estos primeros 100 días del nuevo gobierno ha sido el de la peatonalización de la Avenida de Portugal, que ya se daba por hecho y que el Ayuntamiento ha frenado en seco rechazando esta posibilidad.
También ha habido ocasión para ciertas críticas en este tiempo. O más que críticas, para reflejar el problema que parece se va a encontrar algunas veces más el nuevo equipo municipal: la ausencia de avances, de tramitación o siquiera de expedientes en cuestiones importantes. En estos meses ya lo ha puesto de manifiesto el alcalde con la Edusi (cuyas obras marchaban a un porcentaje preocupante de ejecución a falta de unos pocos meses para tener que terminar), con la Regata (respecto la que no había nada organizado, habiendo sido las elecciones en mayo y la regata este septiembre) o con la Casa del Carnaval (que aseguran que tiene defectos en la obra y para la que no se ha destinado ni un solo recurso para su funcionamiento).
La capacidad de trabajo de los populares sí parece ser un elemento diferenciador claro en estos primeros 100 días con respecto a los dos gobiernos anteriores que ha tenido la ciudad. “Ya habíamos perdido la costumbre de ver a tantos concejales trabajando aquí por las tardes”, cuentan trabajadores del Consistorio, que parece haber recuperado un cierto ritmo de gestión que no ha sido excesivamente alto en el pasado.
Bruno García ha cruzado el alambre de los primeros cien días de gobierno haciendo malabares entre la continuidad a lo hecho por Kichi, y a su forma de hacerlo; y la nueva dirección que dice querer darle a las cosas de la ciudad, a la gestión del Ayuntamiento. Terminado el verano, y esta primera etapa del nuevo gobierno, tiene el alcalde y su equipo por delante la plasmación de nuevas políticas y la toma de nuevas decisiones respecto a cuestiones de calado que en materia de Urbanismo, Movilidad, Economía, inversiones, Fiestas o patrimonio (por citar algunas áreas destacadas) tendrá que tomar a partir del día 101. La transición de Kichi a Bruno se puede dar ya por completada.
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