El Alambique
Pepe Mendoza
Bienvenido, Mister Beardo
Señor, sé que he pecado; perdóname, porque eres un Dios bondadoso. He pecado mi buen Dios. He deseado el mal a mis semejantes. Tampoco la muerte, no me voy a jugar el fuego eterno. Si acaso una afonía persistente, un robo de instrumentos perniciosos, unos artesanos de Huelva que no acaban unos cachibaches de foamé con los que cubrir unos caretos sanluqueños... No lo puedo remediar. Recógeme Dios mío, que ya va siendo hora, pero evítame este sufrimiento.
Ayer confesé a mis devotos, fieles seguidores en esta relación epistolar tan pura como un Domingo de Ramos y que ya dura demasiado, que amagué con hacer un Miguel Ángel Fuertes y dejar mi tarea de justiciera contra estos maleantes, pero al final la tentación del palquito en la calle Nueva que me ofrecía este diario me pudo. Sin embargo este jueves, al escuchar por la calle Ancha el tatachán cansino de cada enero, maldije al calendario. En la Asociación de la Prensa presentando un libro sobre grifa y al lado sonando la caja y el bombo. Más de uno de estos porretas seguro que los únicos libros que compran son los que usan para liar sus cigarritos del jajajá. Y que diga mi sobrino Anselmo lo que quiera, para mí que está cayendo en el lado oscuro, porque no puede ser que esté tan enterado de todo. Que si fulanito se ha llevado la manteca de las criaturitas, que si el contralto de tal comparsa le ha pegado un tragabuche a un octavilla por meterse en su parte del trío... Ave María purísima, hasta tríos hacen ya estos libertinos. Y una se va a morir del paquete.
También te puede interesar
El Alambique
Pepe Mendoza
Bienvenido, Mister Beardo
El parqué
Se mantiene el avance
Tribuna Económica
Carmen Pérez
T rump y la FED, ¿un conflicto anunciado?
Tríos