
Puente de Ureña
Rafael Duarte
Tristeza que es humor
Puente de Ureña
El Don Antonio Machado, aforístico él, en un poema recitado en el Instituto por su enamorado don Aniceto, sonaba casi igual que el título del artículo: tristeza que es amor! Campos de Soria donde parece que las rocas sueñan.
Hoy se lleva el aforismo. Ese laconismo sarcástico que hace sonreír sobre cualquier herida. Y el humor vuelve a entrar en bancarrota. Hay gente incapaz de gozar de las pequeñas alegrías, porque esperan la gran felicidad. Gente que en vez de disfrutar con los logros ajenos, entra de lleno en el lodo oculto del odio, ciénaga laboriosa que atrapa y no deja vivir.
Me voy a la playa. Con olas aforísticas. Me pongo a jugar para marcarle un gol a la tristeza. Aunque el rey Bimbisara detestaba, personalmente, jugar. Y él se lo perdía. El pensamiento es una magnitud individual. Pienso que hay todavía gente que admira los aburridos obeliscos, las pirámides, y las cúpulas. ¿Será verdad que el hombre construye su destino cuando cumple las leyes del cielo? Zoroastro, llegó a decir que los hombres eran buenos en los tiempos primitivos, porque había pocos y las cosas abundaban. Sin embargo fustigaba el uso del incienso y el sándalo por ser el aroma preferido por los demonios. También creía que el alma no estaba en la cabeza, sino en el estómago. Como verán lo trascendente para uno es intrascendente según la historia. En verdad un antiguo proverbio afirmaba que es imposible superar la tontería de los hombres isleños.
Algunas mañanas, cuando el sol más dorado pinta los eucaliptos gigantescos de Camposoto, los carduelis, aureolados u orioles, jilgueros, cardelinas, colorines, pintacilgos, pintadillos, silgueros, sirguero o golorito y siete colores ponen las gargantas en su más fino deliquio sonoro desde los altos mástiles verdes de la arboleda que mece sus hojas al pairo del viento que riza el agua.
Es mejor esto que convertir el lodo en plata alquimista, como hacen los mentirosos, los que carecen de palabra y los poetas artificiales. El mundo se ríe siempre de sus propias tragedias. Pero yo no reiré de la desgracia de nadie. Porque la vida es demasiado real para ser como otros.
Sigo en el juego. ¿La lágrima del filántropo vale lo mismo que la del misántropo? ¿Y la risa, también? ¿La luna es el almirante del mar porque gobierna sobre las olas? Séneca dijo que nada viejo puede ser bueno, ni nada nuevo, malo, hasta que se vuelve viejo.
En los cañaverales del cañito muerto, también canta el chamariz, verdecillo, serinus, en un posadero con su chirrido de carrucha de plata. Y el verdón, con su ajilguerada voz tenora y tibia.
El escritor Jules K. Brown, sostiene que, en el fondo, toda autoalabanza es un acto de descrédito. Es mejor oír esas voces, que las que carecen de humor, de verdad, de fundamento. La isla es tan así que sólo eres bueno cuando te mueres. O te jubilas. En los discursos u homilías no te reconoces en las palabras que dedican. Yo creo que es un acto ficticio de piedad mal entendida. Porque se luce más el orador que el muerto.
El rey Bimbisara afirmaba que quien usa una máscara durante mucho tiempo, termina por parecerse a ella. El pueblo pierde su identidad cuando se vuelve más pueblo. Y el humano menos humano.
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