El parqué
Sesión en negativo
La semana pasada fue mala para casi todo el mundo. Veníamos de la humillación a Zelenski en la Casa Blanca, que se tomó como una afrenta a Europa. (Ojo con el vicepresidente Vance que deja corto a Donald Trump en matonismo de taberna, ejercido, como se vio, en el mismísimo Despacho Oval). Al todopoderoso Elon Musk le ha explotado de nuevo un megacohete, el Starship. Como en el accidente anterior, hubo que desviar el tráfico aéreo en la zona de Bahamas y Golfo de México (o Golfo de América, como propone llamarlo Trump) porque caían del cielo fragmentos de material incandescente de más de cien metros. Nunca un accidente espacial lo celebró tanto la ciudadanía, dada la animadversión que acumula el hombre más rico del mundo.
Elon Musk, además de perder su cohete, esta semana perdió su “motosierra a lo Milei”. El presidente le ha quitado la potestad de entrar a saco en organismos públicos y despedir funcionarios sin contemplaciones. Ese trabajo de adelgazamiento del Estado, será realizado ahora por los secretarios, o sea los ministros, en vez de por la horda de jovencitos sin escrúpulos que Musk comandaba. Fue en una reunión muy tensa del Gabinete el jueves pasado donde se le relegó a tareas de “vigilancia” pero no de ejecución de recortes federales. El propio Trump explicó después en su red social, Truth Social, que el desmantelamiento de la Administración se hará ahora “con bisturí, en vez de con hacha”. Ha sido el primer conflicto entre Trump y Musk por invasión de competencias. Que no decaiga.
La semana ha sido pésima para Zelenski porque desde Washington, para forzarlo a negociar, se dejó ciego a su ejército. Sin los satélites Starlink del propio Elon Musk, los drones ucranianos no detectan los objetivos; y sin los poderosos aviones Awacs americanos no se conocen los movimientos de las tropas rusas. Tranquiliza que, a pesar de todo, haya un hilo de conversación abierta entre Washington y Kiev que pueda llevar a avances en el armisticio, porque ya no hay más jóvenes para enviar a morir al frente de batalla. Se relacionan los costes del alto el fuego: cesiones territoriales ucranianas, contratos para empresas americanas en los yacimientos de tierras raras y dimisión de Zelenski.
Mientras, en Europa se avanza en el rearme. Aunque fuera de la propia Comisión, donde Hungría se opone a todo lo que perjudique a Putin y Eslovaquia ya flaquea, se van a aprobando esfuerzos presupuestarios de casi todos para disponer de más capacidad de disuasión militar. Ahí se crece Macron porque Francia es el único país de la Unión ahora mismo con recursos nucleares; misiles y sobre todo submarinos. Von der Leyen hace lo posible por sumar al Reino Unido a la coalición europea superando el lamentado divorcio del Brexit.
Y más allá de esos desafíos geopolíticos que están cambiando el mundo, queda la pachanga de cada país. En Italia el vicepresidente Matteo Salvini, es condenado a indemnizar a migrantes a la deriva en el Mediterráneo a los que no dejó desembarcar. Y en España, la guerrilla en redes entre el Partido Popular y el PSOE ha generado un conflicto diplomático con República Dominicana, país ofendido y con toda razón. Un desafortunado vídeo del PP, denigratorio para Pedro Sánchez, lo calificaba como “La isla de las corrupciones”; bandera y mapa incluidos. Si aún no gobiernan, que todo llegará, y ya la lían gorda, menuda la que nos espera.
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