José Ignacio Castillo

¿Es el turismo una industria?

Tribuna Económica

17 de marzo 2025 - 03:04

Una de las expresiones en boga, cuando se habla del turismo, es referirse al sector como “industria turística”, a pesar de ser una clara actividad del sector servicios. Es difícil encontrar a un responsable público, con competencias en el sector, que no se haya visto tentado alguna vez de utilizar tan singular metáfora. Con su uso se suele buscar ofrecer una visión más positiva del sector turístico. Ya que, generalmente, las actividades industriales gozan de una mayor aceptación y prestigio social, porque suelen generar empleos de mayor calidad en cuanto a su retribución, a la vez que más estables y supuestamente más seguros frente a la inestabilidad del ciclo económico o la, afortunadamente menguante, estacionalidad turística.

Intentado asimilar ambos términos, turismo e industria, se pretende evitar la creciente turismofobia. Que no sólo se ceba con los turistas, sino que acaba señalando socialmente, de forma peyorativa, a todo aquel que esté relacionado con estas actividades, desde sus trabajadores o empresarios, hasta los propios investigadores que estudian el sector. Un fenómeno de desprestigio social que presenta similitudes con el que ya vivimos respecto al sector de la construcción, antes de que pinchara la burbuja durante la Gran Recesión, y que nos habla de una sociedad algo ingrata con aquellas actividades económicas en las que somos más competitivos.

En todo caso, no parece que tenga mucho sentido la asimilación de las actividades turísticas con la industria, ya que nunca suele ser buena estrategia intentar vencer prejuicios con imprecisiones o falsedades. Pero, ahora que arrecia el debate sobre la limitación de los flujos turísticos, cobra sentido analizar en detalle, para su posterior difusión, los efectos económicos de arrastre que tiene el turismo, más allá de las propias actividades turísticas. Entre los que destaca la estrecha relación que tiene el turismo con nuestro verdadero sector industrial, siendo uno de los principales motores del mismo.

Las relaciones entre turismo e industria son de dos categorías claramente diferenciadas. Por un lado, debemos fomentar que el turista se convierta en cliente a largo plazo de nuestros productos industriales, empezando por los de la industria agroalimentaria, para dar salida a sus incontables excedentes, desde el vino al aceite, o de nuestro sector textil. En la medida en que al visitarnos deberán degustar nuestros alimentos o visitarán nuestras tiendas. Pero, en segundo lugar, y de forma más directa, las propias actividades económicas del turismo conforman una demanda intensiva de nuestras principales industrias. ¿Qué sería de nuestra industria de la automoción sin el uso que hacen las economías domésticas de los vehículos para hacer turismo o la creciente demanda de flotas del rent-a-car? ¿qué sería de la industria aeronáutica sin la pujante demanda de aviones para los turistas? o ¿cómo empuja a la construcción el uso intensivo que hace el sector turístico de los edificios, desde hoteles a bloques de apartamentos turísticos?

Fortalecer y multiplicar este importante vínculo entre industria y turismo, por ejemplo, de nuestra industria naval con el mantenimiento y construcción de los barcos de cruceros, debe ser la prioridad de nuestra política económica, para lo cual es mejor empezar llamando a las cosas por su nombre. Y no, el turismo no es industria.

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