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Cientosde millones de euros se gastan en grandes campañas publicitarias con tal de que una canción, una música o una expresión se haga pegadiza y se nos meta en la cabeza hasta tal punto de que nos resulte familiar e incluso querida. Pues Rafa Nadal consiguió casi sin querer internacionalizar ese grito de “¡Vamos, vamos!” que luego han heredado no sólo españoles como el también tenista Carlos Alcaraz con ese puño en alto que esgrime cuando las cosas no le van demasiado mal. Otros muchos compatriotas de otros deportes hicieron también suyo ese grito de ánimo y de fuerza como fue Fernando Alonso cuando en pie, sobre su bólido de carreras, celebraba una victoria. ¿Dónde está realmente el secreto de la globalización de un grito que lo mismo se escucha en un Roland Garros que en un Master de Australia? Ya quisiera alguien poder patentar esa fórmula tan sólo basada en el esfuerzo y en el éxito. Mejor eso que un “manda huevos”.
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