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La revitalización del casco histórico de El Puerto de Santa María es una travesía llena de contrastes y paradojas. Durante años, el "vaporcito" fue el alma del Puerto, un faro que iluminaba una ciudad vibrante de historia y tradición. Hoy, su muelle yace amarrado al olvido, esperando a que alguien lo rehabilite, al igual que el Centro, donde viviendas abandonadas son testimonio de un abandono que impide que la ciudad de los 100 palacios recobre su esplendor. El casco, evocador tanto del barco como de su entorno, se presenta casi a la deriva, recordándonos cuántos hogares ansían zarpar de nuevo y retomar su rumbo. Este escenario demanda que sean familias las que se anclen en el centro, pues solo así se generará la vitalidad que reavive calles y comercios.
La ironía es tan punzante como navegar en aguas turbulentas: en lugar de restaurar al vaporcito con el arte de un carpintero de ribera —oficio que se está impulsando en la ciudad—, se transforma en una estatua de bronce para trasladarlo al extrarradio. Así, lo que fue símbolo del Puerto se aleja del Centro, al igual que muchos portuenses que prefieren dejarse llevar por la marea, para huir de tasas y trámites interminables, echando anclas en urbanizaciones donde "no hace falta ir a urbanismo a preguntar nada". Mientras unos disfrutan de pisos con piscina o casas con" menos papeles que una liebre", el Centro permanece a la espera de un milagro administrativo que le permita entrar en puerto.
Esta situación refleja un mapa que, entre demoras inadmisibles en la concesión de licencias y la falta de incentivos —similares a los que se ofrecen a los emprendedores con asesoramiento y bonificaciones—, ancla al Centro en la inercia y hunde a potenciales familias repobladoras. Es urgente destinar recursos públicos para fomentar "el irse a vivir al centro" y crear oficinas de apoyo que faciliten a los ciudadanos agilizar los permisos, asesoría y ayudas económicas para restaurar fincas abandonadas, dotándoles de un puerto seguro donde anclar sus sueños.
Mi Capitán, mientras el casco del vaporcito se consume en su varadero, convertido en una escultura del recuerdo, el Casco histórico merece dejar de ser un naufragio administrativo y volver a latir con la fuerza de quienes deciden embarcarse y navegar contra corriente en la aventura de vivir en él como un sueño; sueños marineros.
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