La Corredera
Vejer de la Frontera... ¡adiós!
La Corredera
Permitidme una colaboración especial en nuestro Diario. En el llevo escribiendo más de cincuenta años. Al principio eran Cartas al Director; después, en una sección de páginas centrales que hacía los domingo; luego, cuando diputado, una sección que titulaba Desde el escaño; y después, lo que veis ahora, un articulito a la semana. Acabo de cumplir 90 años y, como dice un primo mío, hay dos cosas que no hay que pedir al cielo, que vienen solas, una es la lluvia y otra la muerte. No sé cuándo me llegará, pero lo cierto es que no voy a volver a hacer la primera comunión. Y en esta voy a contaros anécdotas de mi pueblo curiosas, que no se olviden por su gracejo y porque os divierta como mejor adiós. No obstante, mientras tenga uso de razón seguiré enviando cada semana mi articulito. Pienso escribir cada semana hasta que se acabe la tinta del tintero
En todo este tiempo han estado de directores de nuestro Diario Augusto Delkader, Balbontin, José Joly Palomino, Manuel de la Peña, José Joaquín León, Rafael Navas, David Fernández y José Antonio Hidalgo, el actual.
En los pueblos es muy corriente poner motes. De Vejer Cesáreo Montoto hizo una relación. Lo más curioso e interesante, entre ellas; a una mujer la llamaban ‘la retinta’ porque se pintó el pelo rojizo como las vacas retintas. Ella ni se ha enterado. Otro mote: llega un médico a Vejer y entra en un bar preguntándole al camarero: ¿Es verdad que en este pueblo a todo el mundo le ponen un mote?”. “Sí señor, es verdad”. “Pues a mí no me pondrán porque soy forastero”. “No se diga más, usted será ‘el forastero’”.
Otro forastero se compró una casa en el pueblo, pero le molestaba las rutinarias campanadas del reloj de la parroquia. Y así un día y otro día. Y se le ocurrió coger un folio, consignar en él que se suprimieran los famosos toques campaneros y se fue por la calle solicitando la firma de cuantos estaban acordes con su iniciativa. Al final sólo consiguió una firma de adhesión, la suya.
Post guerra y hay estraperlo, de manera que el trigo era muy vigilado por los inspectores de Hacienda. Vienen a Vejer y al azar preguntan a un muchacho dónde están las distintas panaderías del pueblo y cómo se llaman. El chaval contesta en todo su conocimiento y con agrado: “Miren ustedes,aquí están El Pavo, La Cabrita, El Sapo, Lobito y la Liebre”, que eran los nombres/ apodos como la gente llamaba a las diferentes panaderías. El inspector le espetó airado que no preguntaba por el zoológico sino por las panaderías. El chaval se disculpó y ahí quedó la cosa. Se aceptó que enterado el alcalde del asunto, se llevó al inspector a comer a La Barca, con lo cual se suavizó el asunto.
Luis, un vejeriego, hizo la mili en Cerro Muriano y en un ejercicio tenían que montar unos cañones sobre un mulo. Pero no había forma de hacerlo, pues el animal no se estaba quieto. Luis le pidió al teniente que le dejara a él. Consintió el oficial y el aludido le hizo un torniquete al animal en los ijares, vulgo ‘sus partes’, y el mulo se quedó más quieto que la pared del cuartel, cargándosele los cañoñes sin novedad. Hizo época el asunto y el oficial aprendió el método para otras veces.
En la parroquia, el sacristán al acabar los oficios, misa y rosario, cerraba las puertas y repasaba todo. Pero sorprendentemente vio emerger unos zapatos debajo de una cortinas… Era un ladrón que se había quedado dentro de la iglesia y allí y así se ocultó, cosa que le salió el tiro por la culata. Porque el sacristán, en vez de ponerle dos velas, lo mandó a la cárcel.
En las procesiones solemnes acostumbra ir detrás de los pasos la Corporación Municipal en pleno. Pues una semana Santa iba el Nazareno en su trono y un ciudadano, cuyo nombre no cito, se hincó de rodillas al paso y le gritó: “Jesús, date cuenta, que si malos son los de delante, peor son los de detrás”.
Francisco (nombre supuesto) no tuvo la suerte de otros de ir a la escuela y, de resultas, a pesar de su inteligencia natural, era analfabeto. Tuvo una frase que perdura en la historia como sabia y enjundiosa. Dijo una vez refiriéndose a otro que se las daba de listo: “El que es tonto a los 30, a lo más que puede llegar a los 50 es a tontísimo”. Decía también que le tachaban de ser analfabeto y de no haber salido del pueblo nunca, a lo que contestaba: “Nada de eso, yo he llegado hasta Jerez. Y si hubiese sabido leer, hubiera llegado en la mili a capitán general”.
Nota curiosa que en el año 1959 hubo un pequeño terremoto que causó desperfectos en algunas casas y el punto pastelero, llamado familiarmente ‘el embarcado’ porque había ido una vez a América, salió volando cuesta abajo. Sin embargo, el 22 de diciembre del año 1977 cayó el Gordo de Navidad en Vejer. Fueron unos décimos que alguien trajo desde Madrid y, salvo dos personas, la mayoría agraciada fueron muchos vecinos porque se hicieron papeletas de participaciones en la Peña Cultural Vejeriega. Aquel día fue sonado, todos los agraciados contribuyeron, vino la banda de música de la Cruz Roja de Chiclana para tocar por las calles, se pusieron dos botas grandes de vino en la Plazuela y se donó por los agraciados una ayuda a algunos necesitados.
Curiosamente, alguna gente decía que había tocado en Vejer porque yo era diputado y amigo de Francisco Fernández Ordoñez, entonces ministro de Hacienda y el comentario era: “Sí hombre, en Vejer va a caer el premio gordo (risas) . Es porque el alcalde está en el sitio y es amigo del ministro de Hacienda. Hay que enterarse de una vez, las cosas caen y tocan porque hay que estar en el sitio y ahora el alcalde está”. Lógicamente, se tomó a broma el comentario, pero fue un día inolvidable para el pueblo y mucha gente salió beneficiada con las dichas participaciones.
Acabada la dictadura, entró en el Ayuntamiento una nueva Corporación: 15 de UCD y 2 del PSOE, más dos alcaldes pedáneos. Sería injusto dejar escrito mi nombre en solitario cuando éramos todos un equipo formidable, que además habíamos estado juntos durante mucho tiempo en unas reuniones en la iglesia, grupo que llamábamos “de los martes” . Hasta tal punto éramos una piña que nada más entrar quitamos de la Plazuela un escudo enorme de la Falange que todo el pueblo llamaba ‘el cangrejo’. Pues ese mismo día en que lo quitamos me llamó por teléfono el gobernador civil y perentoriamente me dijo que dimitiera de inmediato. Reunido el Pleno, todos votaron que no y no. Y así fue, continuamos en nuestra labor con inusitada ilusión por nuestro pueblo.
Sólo una ligera mención al suceso de cuando Tejero entró en el Congreso de Diputados. Esa misma tarde se reunieron mis compañeros para solidarizarse conmigo. Y me ha contado hace unos días un chavalín (y hace ya mucho tiempo) que su abuelo el zapatero ambulante,motu proprio, se fue al Ayuntamiento y obligó a esconderse a los concejales, por si acaso iban también por ellos. Hacer notar y dejar constancia que ninguno cobraba nada, en absoluto. Sólo se le pagaba la gasolina a Antonio Bermúdez porque era concejal de campo.
La fotografía adjunta para mí es muy especial y expresiva. Somos los seis alcaldes de Vejer en la Democracia. Empezando por la izquierda, Antonio Jesús Verdú, Ricardo Chamorro, Antonio González (actual) Antonio Morillo (yo), José Ortiz Galván y Manuel Flor. Es significativa, todos asidos a la vara de mando de la Alcaldía. Quiere decir y es verdad que todos seguimos uno tras otro luchando y trabajando por nuestro pueblo sin cortapisas ni enfrentamientos, una labor continuada, de la que todos, nuestro compañeros concejales y nosotros, estamos pero que muy satisfechos.
Al escribir esta crónica tengo como si fuera una taquicardia. Dios hizo que naciera en este pueblo y por razones muy curiosas estudié Farmacia y me situé en este mi querido pueblo. Decirles adiós es romper mi alma, mis más sensibles sentimientos. Con decir que tengo más amigos ahora que antes de ser alcalde. Gocé y es verdad en el puesto y para mí era una labor extraordinaria y emocionante.
Cecilia Böhl de Faber (Fernán Caballero) dijo una cita de nuestros pueblos: “De Medina son los zorros, de Vejer la pompa vana, los pescadores de Conil, los borrachos de Chiclana”. Estamos orgullosos del apelativo, porque denota el viejo aditivo de los legendarios castellanos que aguantaron más de un siglo a los moros a su alrededor hasta que fue reconquistada Algeciras. Y ellos, no duqueses ni marqueses, eran muy educados y ceremoniosos. Todavía perdura la llamada ‘cabezá’ en los entierros en vez de dar la mano o un beso. Dar de continuo los buenos días o las buenas tardes, siempre a todo quisque, respetar la colas en ocasiones… No es creernos mejores, es simplemente continuar una educada educación.
Reitero, seguiré escribiendo cada semana, hasta que salga mi nombre en las últimas esquelas. De todas maneras, como no sé ni se sabe cuándo será, hoy digo adiós a todos. Gracias por leerme cada semana. Un abrazo.
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