El Alambique
Pepe Mendoza
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El Alambique
Como volví del primer recado al que me mandó mi madre: compra media docena de carmelas y tráeme la vuelta. Como volvía el Capitán Tan de sus viajes por todo lo largo y ancho de este mundo. Como volvíamos a casa tras la sesión infantil del Teatro Principal, después de que Cantinflas nos salvara de las penurias de la semana. Como volvía los miércoles del Liberato de Casa Juana tras comprar el As Color y cambiar novelas de Corín Tellado para las vecinas. Como volvía cada mañana el Guarigua con sus semitas, cuando todo se hacía muy temprano.
Como volvíamos sudorosos y exhaustos, barnizados por la arena y el crepúsculo de la tarde, de un desafío contra la barriada de enfrente. Como volvió James Stewart de su triunfal suicidio frustrado en Qué bello es vivir. Como volvíamos andando los domingos de Las Murallas, mientras sonaba Triana en el radiocasete y el sol brillaba entre los pinos como en los sitios bendecidos y mágicos. Como volvía a SAFA tras las vacaciones de verano, oliendo a Brummel y a libretas nuevas. Como volvieron Alberti y María Teresa León de sus cuarenta años de exilio, con el corazón y el puño abierto.
Como volvían los Majaras cada febrero. Como volví de mi primer permiso en la mili: un portuense puede salir de El Puerto, pero El Puerto nunca sale de un portuense. Como vuelvo después de escuchar Las cuatro y diez, de Luis Eduardo Aute, una canción en la que me quedaría a vivir toda la vida. Como vuelvo cada vez que quedo con ese amigo que me sacó en la adolescencia del pelotón de los nacidos para fracasar. Como volvió resucitado el Papi tras morir en Málaga, como un Lázaro bronceado y sandunguero, pregonando de nuevo por la playa de El Buzo las virtudes de su tubérculo exquisito. Como vuelvo de la calle San Sebastián cada vez que voy a buscarme para abrazar al niño perdido que sigue llorando en medio de la acera. Como volvíamos de Cádiz en el Vapor, ese barco que partió y que no se ha ido.
Así vuelvo yo, de ese incendio incontrolado que es el tiempo, a este patio de vecinos luminoso del que nunca me fui del todo, 8 años, 5 meses, 27 días y 500 noches después. Vuelvo como se tiene que volver: sin olvidar nunca de dónde se viene.
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