El Alambique
J. García de Romeu
Aquella zambomba
El Alambique
Eran… otros tiempos. No había peleas por ver que canal se ponía, y las películas no se elegían. Los teléfonos necesitaban turno, y a veces, candados. Era más fácil hablarse mirándose a la cara que ahora, y jamás se iba de zambomba, de forma espontanea surgían, o no. Aún recuerdo aquellas noches, cuando el puente era de la Inmaculada, y siempre deseábamos que cayera o en jueves o en martes. Día ideal para poner Belenes y hacer tortas y pestiños. Eran los tiempos en los que el molde era el vaso ancho de Duralex, y el rodillo, la botella de Savin, vacía, como vacía quedaba el principal instrumento, la botella del trepador, la cual solía ser la culpable de que los mas avanzados salieran a cantar. Aun recuerdo aquellas noches, con la cocina abarrotada de conocidos cercanos, cada cual llegaba cuando podía, y cada cual llevaba lo que podía. Terminada la labor, y con las tortas ya meladas, y es que El Puerto era mas de tortas que de pestiños jerezanos, y nevadas, algunas con sus bolitas de anís, llegaba el momento del descanso, en el salón, en los patios, en las cocinas.
Eran los tiempos del salchichón y el chorizo más que del jamón, y por aquellos tiempos no era habitual mancharse, salvo en raras ocasiones, pelando gambas. Sería porque la toallitas aún no se habían inventado. No eran tiempos de Riojas, y la gente no pedía Riberas del Duero, eran tiempos de tinto y Volpa, los años de la Mirinda, los años en los que, a veces, el escuchar a vecinos en las casas de enfrente, provocaba el encuentro, el intercambio y la juerga improvisada y sana. No, en aquellos años no se buscaban zambombas, y se disfrutaba, ni más ni menos que ahora, de forma distinta; eran los años de un solo puente, de una sola cadena de televisión, de la intimidad de una cabina de teléfono para combatir las prohibiciones y los candados, los años del papelón de pescado frito; eran los años de las palmas, el compás sobre una mesa, de la zambomba y la botella de anís, los años de la guitarra; y lo mejor, lo mejor de todo, los años de la libertad del mañana, del hacer incluso el ridículo para tu círculo, sin que al día siguiente salieras a los medios, los años de caída libre en el olvido, sin redes que mantuvieran el momento por los siglos de los siglos. Eran los años de zambomba.
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