La Rayuela
Lola Quero
Nadal ya no es de este tiempo
El Partido Popular, y todas las comunidades que gobierna, un total de 11 sin contar Ceuta y Melilla, es decir la inmensa mayoría, se han tomado varios días de debate interno y externo para hacerse a la idea de acoger entre todas ellas a la parte correspondiente de 347 niños migrantes solos (¿qué es eso de ‘menas’?). Si las autonomías españolas son 17, hagan ustedes la división para saber a cuántos tocan cada una de ellas, que yo hace mucho que dejé la escuela y los decimales nunca fueron lo mío. La catalana ni siquiera ha querido entrar a discutirlo. Pues bien, al acuerdo final, adoptado con muchos reparos, le han llamado “esfuerzo solidario”.
Para un país como España, situado en el grupo de cabeza de las economías occidentales y con una población bastante baja en comparación con los de nuestro entorno, yo calificaría ese pacto con fórceps más bien de vergonzoso, y racista si lo comparamos con los brazos abiertos y la competición generosa que se abrió no hace mucho para recibir a las familias huidas de Ucrania. Cuando el ataque ruso a este país europeo, que aún continúa, a nadie se le ocurrió hablar de potenciales violadores y criminales que se iban a colar entre los ríos de refugiados procedentes del Este europeo.
Quizá no los imaginábamos entre tanto rubio de ojos azules.
El mismo Banco de España, nada sospechoso de querer imitar a ONGs o a mafias traficantes de personas, estimó hace poco más de dos meses que España necesitará en tres décadas unos 24 millones de inmigrantes si se quiere garantizar la sostenibilidad de las pensiones. Es decir, que tendrá que haber más trabajadores foráneos que nacidos aquí para seguir siendo lo que somos. Sin embargo, la ultraderecha y otros que están muy cerca de ella siguen manteniendo la sospecha sobre estas personas y se permiten ver a niños como delincuentes futuros, jugando a adivinos con prejuicios.
Desgraciadamente para nosotros, en los últimos siglos, lo peor de este país nos ha venido de dentro y mucho de ello precisamente de entre los supuestos defensores de unas esencias inmutables inexistentes. No hemos necesitado a ningún extranjero para haber tenido una historia convulsa, llena de glorias y de miserias. Certero estuvo aquel dirigente extranjero que dijo que los españoles éramos un país tan fuerte que habíamos conseguido sobrevivir a nosotros mismos.
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