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Opinión
LA muerte de Manuel de los Santos Pastor no supone sólo la pérdida de uno de los cantaores más grandes de la historia del flamenco, sino que implica además la candente necesidad de análisis del fin de un modo de expresar la cultura jonda. En torno a la figura de 'Agujetas' siempre han existido dudas existenciales que, ni con documentación firmada y tras estudiar el tema en profundidad, han sido saciadas.
Si bien es cierto que desde hace ya unos años Manuel era estimado como un mito del cante más rancio y esencial, con su fallecimiento en la mañana de ayer se abre una nueva era en la que el cantaor servirá siempre como referente del último acreedor de un sensibilidad extraña que hacía de su eco un profundo manantial de sensaciones misteriosas que no resultaban fáciles al oído, y mucho menos al corazón.
Porque 'Agujetas' o 'Agujetas de Jerez' o simplemente 'Manué', representaba a una generación de enorme relevancia en la cronología creadora de estilos expresivos en el flamenco. De la misma década que la Paquera, Antonio Núñez 'Chocolate' o Fernando Terremoto, el hijo de Agujetas el Viejo sorprendía por su visceralidad, anarquismo, genialidad y misterio. Sobre todo misterio.
El enigma principal alrededor de su vida es, sin duda, su lugar y fecha de nacimiento. En el tanatorio ayer, la familia aseguraba que nació en Rota, como el resto de sus hermanos menores "mientras su madre -Ana Pastor Monje- trabajaba en la fragua". El propio cantaor acudía a lo indefinido cuando se le preguntaba sobre el asunto, "yo no tengo papeles", decía. Pero según su certificado de partida de bautismo, Manuel de los Santos nació en junio de 1936 en la calle Acebuche de Jerez de la Frontera. A pesar de esto, el entorno cercano cuestiona la valía del documento ya que "eso se lo arreglaron al cabo del tiempo". Otras fuentes hablan de que había nacido en Mesas de Asta, un día de junio en el que sus padres recogían semillas en el campo.
Sea como fuere, lo que es incuestionable es que se marcha un brujo del cante que robaba almas a su antojo, esto es, cuando él quería. Provocador del duende que deja herederos de ecos hirientes y huérfanos a los hijos de una época de hambre y fatiga. Si su cante fue grande, su leyenda será mayor.
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