Gafas de cerca
Tacho Rufino
Un juego de suma fea
Su propio afán
NO defendíamos a Sánchez, sólo avisábamos de que su linchamiento no solucionaría los problemas del PSOE ni los de España. Los problemas del PSOE son más graves que un líder errático: son el fracaso de sus propuestas y el triunfo de sus discursos. La socialdemocracia padece obsolescencia programática: sus soluciones no responden a los retos contemporáneos y, en cambio, su ideología (el progresismo, digamos) muere de éxito: es la de todo el mundo y ya no supone, por tanto, un factor diferencial que se traduzca en votos. En España, además, están sus flirteos con los nacionalismos y la demonización sistemática y absoluta que ha hecho del PP. De ahí nace la dificultad actual del PSOE de apoyar por activa o por pasiva un gobierno de Rajoy. "¿Cómo vendemos ahora ese apoyo que necesitamos dar?", se preguntan.
Se celebró con excesiva celeridad una supuesta solución automática a los problemas de gobernabilidad de España por la simple defenestración de Pedro Sánchez. Queda mucha leña que cortar, y que darse. Sólo un PSOE dispuesto a hacerse el seppuku y a pasokizarse facilitaría las cosas a Rajoy. Abstenerse es suicidarse; pero ir a otras elecciones es inmolarse. Ese es el dilema del PSOE, aunque ellos se sienten ante un trilema: no pueden (con Ciudadanos), no deben (con los nacionalistas y Podemos) y no quieren (con el PP).
Las primeras declaraciones de la gestora se han quedado, pues, en gestos a diestro y a siniestro. Los barones tienen miedo a abrir el melón. Para este viaje al mismo lugar, sobraban esas reyertas, podrá pensar más de uno; aunque las reyertas eran, justamente, porque Pedro Sánchez tuvo la imprudencia de llevar al PSOE a este mismo lugar: frente a sus contradicciones. Ya lo había encaminado Zapatero, pero Sánchez ha puesto los focos y apretado el paso y la mandíbula cuando les convenía la penumbra, el disimulo y los circunloquios.
Ahora es tarde. La situación tiene mala marcha atrás y aquí quería ver yo a la gestora y a los críticos, sin un Sánchez tras el que escudarse culpabilizándole. Porque más allá de los exangües resultados electorales, de las luchitas de poder y de la gestión de sus complejas relaciones con Podemos, el gran enfado con el líder del PSOE es, en el fondo, por ponerles delante un espejo. Como a la madrastra de Blancanieves, ni a Susana ni a casi nadie del PSOE les gusta lo que ven. A la gestora le toca tragarse la manzana envenenada.
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