La Rayuela
Lola Quero
Nadal ya no es de este tiempo
De poco un todo
Hosni Mubarak ha dejado el poder por una revuelta popular pacífica, que pide libertad, honradez y democracia. Sería imposible no alegrarse, como lo es no albergar, a la vez, algunos miedos. Los expertos no dan abasto con sus pronósticos, y nosotros miramos con un ojo al modelo turco y con otro, ay, al iraní. Mientras esperamos, fijémonos en un detalle en apariencia anecdótico.
La ministra de Asuntos Exteriores de España, Trinidad Jiménez, ha contado cómo se enteró. El embajador en Egipto, siguiendo la cadena de mando, la llamó para informarle de que Mubarak acababa de abandonar el palacio presidencial. Enseguida ella, cumpliendo muy bien su papel, telefoneó al presidente de Gobierno, pero Zapatero le contestó que "ya estaba al tanto".
Hemos de celebrar que nuestro presidente esté al tanto de algo con tanta celeridad. No nos tiene acostumbrados. Pero no es ése el tema de mi columna, sino la revolución en la información que estamos viviendo gracias a las nuevas tecnologías, principalmente a internet. Las formas y canales tradicionales que no se han reubicado como lo está haciendo la prensa de papel, cada vez más concentrada en el análisis demorado y en la opinión, se van quedando obsoletos. El mundo entero (y con él hasta nuestro presidente de Gobierno) se enteró de lo que pasaba al tiempo que nuestro hombre en El Cairo, y antes que nuestra ministra de Exteriores. Ahora todo es simultáneo.
Cosas así obligarán replantear la estructura de nuestros servicios diplomáticos, entre tantas otras cosas. Y en ellos pesan aún, por supuesto, muchos intereses, muchas inercias burocráticas, muchos rituales políticos, pero qué ridículo, cuando el mundo es un patio de vecinos y la información va de ventana a ventana a la velocidad de la luz, que algunas comunidades autónomas nos salgan con su servicio propio de "embajadas". ¡Justo ahora, que no hacen mucha falta ni las de verdad!
Además, en las últimas revoluciones de Túnez y de Egipto el papel de internet ha sido fundamental para organizarlas, coordinarlas y darles un eco global. Lo de un Zapatero ya informado es sólo una gota más, otro indicador de que el mundo está cambiando al ritmo vertiginoso de los clicks de los ratones y los móviles. La capacidad de la tecnología para derrocar dictaduras ha quedado patente. Sería muy aconsejable que también se reflexionara sobre lo que las nuevas tecnologías pueden aportar para fortalecer nuestras viejas democracias.
Qué innecesarios parecen ya tantos representantes de la voluntad popular (muy bien pagados) cuando esa voluntad nuestra puede expresarse directa e instantáneamente gracias a la Red. Y la descentralización, cuando el mundo se empequeñece a pasos agigantados, ¿no empieza a ser un lujo innecesario? Son sólo dos ejemplos, pero la democracia 2.0 hay que empezar a pensarla ya, para que, cuando llegue, que está a punto, nos coja al tanto también.
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