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Cuando se beatificó a Muñoz Seca exultamos de gozo en esta columna. El pasado jueves fue el 83 aniversario de su asesinato (martirio) en Paracuellos y, por lo que he visto, se conmemoraba más por motivos políticos y memoria histórica, bien legítimos, que por motivos religiosos. Aunque el beato Pedro fuese un humorista de primera categoría, su santidad es algo muy serio.
Por eso, yo invito a que en alguna iglesia del Puerto de Santa María (al menos) se ponga talla o cuadro de este insigne hijo suyo donde los devotos podamos encenderle velas y pedirle cosas. Para subir en el escalafón y ser considerado santo, hace falta acreditar un milagro y es en esta situación administrativa cuando los beatos están más predispuestos al esfuerzo. Luego, a los santos les puede pasar como a algunos funcionarios, que se acomodan.
Me pregunto de qué lo podíamos nombrar patrón o intercesor. ¿Del sentido del humor? ¿Acaso no dijo al pelotón de fusilamiento: «Me temo que ustedes no tienen intención de incluirme en su círculo de amistades»? Aunque tratar de «usted» al piquete de camaradas que te va a dar matarile bien podría hacerlo patrón de las buenas maneras (y de la sal fina).
Tampoco sería mal patrón para las relaciones de los laicos con la jerarquía. Es conocido que cuando murieron los porteros de su piso, les hizo este epitafio: «Fue tan grande su bondad,/ tal su laboriosidad/ y la virtud de los dos/ que están con seguridad/ en el Cielo, junto a Dios». No gustó al Obispo tanta seguridad en la salvación y exigió que lo reescribiese: «Fueron muy juntos los dos/ el uno del otro en pos,/ donde va siempre el que muere.../ Pero no están junto a Dios/ porque el Obispo no quiere». Versión que tampoco agradó al prelado, que exigió otra, que fue: «Flotando sus almas van/ por el éter, débilmente,/ sin saber qué es lo que harán.../ Porque desgraciadamente/ ni Dios sabe dónde están». A lo tonto, es un ejemplo excelente de obediencia humilde y matizada a la autoridad.
Como a todos los mártires, podemos pedirle una buena muerte. Con la suya cumplió al pie de la letra lo de la protagonista infantil de un cuento de Flannery O'Connor que «nunca podría ser una santa, pero podría llegar a ser una mártir, si la mataban pronto». Que Pedro Muñoz Seca esté en los altares es un Deus ex machina perfecto, como corresponde a un aclamado escritor de comedias. Todas las suyas, pero su última broma sí que tuvo Gracia.
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