La Rayuela
Lola Quero
Nadal ya no es de este tiempo
La opinión
EN 1978 el casco de Cádiz fue declarado Conjunto Histórico Artístico. La noticia, frente a lo que dicta la lógica, fue mal recibida por el ayuntamiento de la época, todavía no democrático, al considerar que afectaba de lleno al desarrollo de la propia ciudad. Afortunadamente, los consistorios posteriores, ya democráticos, no tuvieron este concepto tan retrógrado de la realidad y, con mayor o menor fortuna, apostaron por la recuperación del casco histórico de Cádiz.
Con este título a cuestas, en 1997 se planteó desde el Ayuntamiento la idea de conseguir la categoría de Patrimonio de la Humanidad, otorgada por la Unesco. La propuesta obtuvo pronto el apoyo de la Junta de Andalucía.
Como la cosa se retrasaba y la Unesco ponía trabas a nuevas candidaturas para este título, de tantas como tenía sobre la mesa, se buscaron alternativas, como la declaración de Patrimonio de la Humanidad por la Constitución de 1812 o Patrimonio de la Humanidad por el Carnaval.
Por pedir que no quede. Pero unos y otros, públicos y privados, deben ser conscientes de que una denominación de este calado no se logra únicamente diciendo que tenemos encima 3.000 años de historia y que, por ello, somos la ciudad más antigua de Occidente, como ponía en las viejas guías telefónicas.
Para poder ganarnos un título de esta categoría, aunque tarde, debemos asumir que la ciudad tiene que está en orden, con sus monumentos rehabilitados y bien cuidados, con sus calles y fincas adecentadas, con sus museos abiertos (ampliados y bien preparados), con sus paseos y plazas acondicionadas, iluminado, limpio, con menos coches, con menos antenas en las azoteas, preservan la estética del comercio tradicional... y cuidando su arbolado más emblemático. En la carrera por conseguir este título ha cursado baja el drago del Callejón del Tinte. Ahí llevaba unos 260 años. Más que muchos monumentos en otras ciudades. Ahí estaba, porque ya no está. Otro paso atrás.
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