La aldaba
Carlos Navarro Antolín
¡Anda, jaleo, jaleo!
EL Ateneo Literario, Artístico y Científico no es sospechoso de negligencia de sus funciones pedagógicas o de silencio respecto a los problemas que atañen a la ciudad de Cádiz en lo que afecta a su patrimonio cultural. En ocasiones, ha suscitado debates y, por qué no reconocerlo, ha podido incurrir en errores de apreciación. Pero siempre ha habido una constante en la línea de acción de la entidad: el interés por preservar y difundir la cultura gaditana en sus más diversas manifestaciones. Valga este preámbulo como introducción a la alarma que nos producen las noticias que vienen sucediéndose, de unos meses a esta parte, respecto al deterioro del patrimonio artístico-religioso. Conviene reseñar que el Ateneo es una entidad independiente, apolítica y aconfesional, lo cual no ha sido inconveniente para rendir homenajes y reconocimientos a personalidades religiosas que se han hecho acreedoras por su buen hacer en el bien común de la ciudad. Nombres como el del obispo Antonio Ceballos, Alfonso Castro, Gabriel Delgado, Javier Anso, Luis Castro Arteaga, Pedro Miguel Lamet, etc. y de reconocidos católicos que figuran con letras de oro en la historia de nuestra entidad. Pero, dicho lo anterior, eso no significa que el Ateneo deba permanecer pasivo ante alarmas que afectan a entidades religiosas y civiles si lo que está en juego es el bien común. Es obvio que Cádiz tiene la materia prima turística necesaria para su adecuada explotación: historia y monumentos. Nos guste, o no, estamos abocados a que sea nuestro medio de vida y el de las generaciones venideras y, por esa razón, no podemos permitirnos maltratar o perder ni una sola pieza de la herencia artística y patrimonial.
Lo que venimos a exponer, incluso denunciar, es el progresivo deterioro por falta de mantenimiento e inversión en edificios de incalculable valor patrimonial y artístico que, con independencia de su titularidad jurídica, solamente va a provocar más pobreza para todos y truncar nuestras posibilidades de expansión en la industria turística. Que esté cerrado el Teatro Romano desde hace ya varios años o el más reciente de la Real Capilla de El Pópulo es un despropósito que hemos reiterado, pero ahora no lo es menos la lista de templos religiosos que van camino del mismo destino. En una rápida enumeración podemos citar los problemas en edificios como la iglesia de San Pablo, la iglesia de San Antonio, la iglesia de La Pastora, la iglesia de San Juan de Dios, la iglesia Castrense, la Capilla del Carmen en la sede del Hospital de Mujeres o la discutible gestión turística-cultural del Oratorio de San Felipe Neri por citar solo algunos ejemplos. La última alarma, rápidamente silenciada, ha acaecido respecto al cuadro del Greco en la sede del Obispado. De ser ciertas las noticias que circulan, sería una bofetada para todos los gaditanos.
Una vez apuntado el problema, que nadie pretenda manipular de forma partidista o ideológica esta alarma que estamos dando desde el Ateneo. No discutimos ni la titularidad jurídica de los bienes ni quiénes son los responsables directos de semejantes situaciones. Lo que el Ateneo dice, y lo expresa con toda claridad, es que esta situación debe cambiar porque nos estamos jugando mucho como ciudad y del futuro de las generaciones venideras. El patrimonio cultural es un legado que debemos mantener como celosos depositarios que deben entregarlo inmaculado (y mejorado, a ser posible) a la siguiente generación. Que haya edificios que hayan soportado siglos de climas adversos, guerras, revueltas o pésimas gestiones, nos obliga a la responsabilidad presente de protegerlos y defenderlos. Ya es hora de un consenso y un diálogo de todas las partes pensando en el bien común y no en los diferentes intereses miopes o egoístas. La Iglesia debe ser consciente que, siendo propietaria legalmente indiscutible, es responsable de ayudar al bien común en una situación muy complicada para subsistir en la ciudad. Por la razones que sean, la Iglesia no puede mantener el altísimo coste de mantenimiento de dichos inmuebles pero tampoco puede dimitir de su responsabilidad moral respecto a que tiene en sus manos una de las llaves para la subsistencia económica (turística) de la ciudad con una tasa de paro y pobreza alarmante. Por otra parte, las administraciones tampoco pueden mirar para otro lado sin poner los medios para alcanzar el necesario consenso y esfuerzo en lograr las soluciones necesarias. El arte de la política es el de encontrar soluciones a los problemas. Los ciudadanos quieren soluciones y no promesas o silencios.
Si, por ejemplo, una iglesia como la de La Pastora en la calle Sagasta se tiene que cerrar por sus malas condiciones, no solamente pierde la Iglesia valor en su propiedad, somos los ciudadanos los que perdemos la oportunidad de ofrecer al visitante una joya arquitectónica y artístico-religiosa que es única en Andalucía. Ya está bien de dirigentes miopes (tanto en el ámbito religioso como civil) que no entienden que tienen que ponerse de acuerdo por el bien de todos. En buena lógica, al Ayuntamiento no le interesa perder activos para promocionar el increíble patrimonio cultural de la ciudad. A la Junta de Andalucía, no le interesa que la región pierda atractivos y siga lastrando la imagen de falta de iniciativa y de paro. Al Gobierno de la Nación no le interesa que sigamos ofreciendo una imagen de país que no sabe cuidar su patrimonio y que no sabe explotarlo para generar riqueza. Nuestro objetivo es llamar la atención, una vez más, en que la situación es insostenible y que estamos contribuyendo a nuestra propia desgracia. Por favor, pónganse de acuerdo antes que caiga la primera cubierta de un templo o perdamos un cuadro que ha resistido varios siglos. A ver si es posible que, por una sola vez, se puedan sentar todas las partes implicadas y busquen soluciones. No es posible que unos esgriman su título de propiedad de un edificio como escudo contra cualquier propuesta mientras no pueden hacer nada por mantenerlo sin estado de ruina. No es posible que las administraciones usen la normativa y se escondan tras la ley para decir que no son "los obligados". No es posible que nadie quiera hacer nada mientras que es evidente que los techos se caen, las instalaciones están deterioradas o los monumentos no pueden visitarse porque están cerrados. De los problemas no se sale más que de una manera: con la unión de todas los responsables hacia el bien común. Los errores del Oratorio de San Felipe Neri deberían servir de lección. Uno de los monumentos más promocionados en el bicentenario a nivel internacional (incluida la Cumbre de Jefes de Estado Iberoamericanos) y que no puede visitarse salvo en contadas ocasiones. ¿Alguien lo puede explicar de forma coherente y lógica?
No hace tanto que pudimos leer que nadie fue responsable penalmente de la pérdida del drago del Callejón del Tinte. Quizás algunos descansaran con la noticia pero la realidad es que se ha constatado que se sabía que se iba a caer, que se avisó, que existía el peligro... y se cayó. Se ha perdido. Nadie es responsable... pero ese drago ya no existe. Una pérdida irreemplazable para la ciudad mientras que los despachos permanecen tranquilos y sin que nadie tenga el menor remordimiento. Pues ese drago no era de ninguno de los usuarios de los despachos, lo era de la ciudad: de sus antepasados y de sus presentes y futuras generaciones. ¿Cuál será el próximo "drago"?, ¿el cuadro del Greco ?, ¿la Pastora?, ¿San Juan de Dios?, ¿San Pablo?, ¿el Santo Ángel? ¿Cuando se van a sentar todas las partes a buscar soluciones? Esto no es solamente un problema de la Iglesia. Tampoco se va a arreglar con la demagogia anticlerical. Esto es un problema de todos. Ningún italiano ateo creo que dude que tener el Vaticano en Roma genera ingresos por turismo. Pues utilizando el símil a escala, es necesario un consenso ya entre todas las instituciones implicadas en su solución: Iglesia, Ayuntamiento, Junta de Andalucía y Ministerio de Cultura. No hay excusas. No queda mucho tiempo antes de lamentarnos.
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