Crónicas levantiscas
Juan M. Marqués Perales
Los que manejan el mundo
El Palillero
A lo largo de la historia, era costumbre que cada vez que había un cambio de gobierno se modificaran los nombres de las calles. Generalmente, para dedicarlas a políticos o acontecimientos de su misma ideología. En Cádiz, esto originó curiosidades, como los constantes cambios de nombre de las plazas de San Juan de Dios y San Antonio. La Segunda República no fue ajena a eso. En aquellos años, hubo una alteración sectaria del callejero. Por ejemplo, la calle Feduchy se rotuló en 1932 como Carlos Marx, filósofo y político alemán, coautor del Manifiesto Comunista, cuya relación con Cádiz fue la misma que Hegel y Kant; o sea, ninguna.
El régimen franquista hizo lo que era costumbre: dedicar calles a los suyos. Y en la Transición, como ya se ha explicado, se realizó una revisión sobre la base de volver a nombres antiguos que no fueran de personajes. Por ejemplo, la plaza de Pío XII (que fue un Papa coetáneo de Franco) pasó a llamarse plaza de la Catedral. Y la calle Prim (que era un político del siglo XIX, a cuyo asesinato le han dedicado tropecientas novelas históricas) volvió a ser Compañía, en honor de los jesuitas, que años después se largaron de Cádiz. También le quitaron su calle a Alonso el Sabio, el rey reconquistador de la ciudad, para recuperar Pelota.
En las modificaciones del callejero de la Transición ya entraron personajes históricos de izquierda, como Fermín Salvochea o el alcalde republicano Manuel de la Pinta. A pesar de que la idea básica era despolitizar las calles. En otros tiempos se llamaban Laurel, Carne, Amargura, Verónica y cosas así. Todo eso en Cádiz/Cádiz.
En Extramuros, como se reurbanizó casi todo durante el franquismo, el régimen colocó a los suyos, pero junto a otros sin relevancia política. Comprendo que José Ramón del Río critique que le puedan quitar la calle a su abuelo Francisco García de Sola, o a la condesa Villafuente Bermeja, que era una benefactora. En cuanto a la barriada Guillén Moreno, se debe decir que le mantuvieron el nombre porque la promovió ese gobernador civil, y porque es así como la conoce todo el mundo en Cádiz. Para compensar, a las calles del barrio le pusieron nombres de libros, como Marinero en Tierra y Cal y canto, de Rafael Alberti, que además de poeta fue un político leninista, cuando Pemán era falangista. Después ambos se reconciliaron y hasta se abrazaron.
Por cierto que en Cádiz se eliminó pronto la Cruz de los Caídos, que estaba en la Alameda. Así que para el revanchismo han llegado tarde. Y muy mal, que es lo peor.
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