Gafas de cerca
Tacho Rufino
Un juego de suma fea
Por montera
NO se olviden de este nombre: Rocío González Torres, porque representa, me parece, lo que todos llamaríamos feminismo de primera división. He dicho todos. ¿Debería añadir en este caso "y todas"? Sospecho que no, porque el masculino genérico, como dice la Academia y lo saben hasta los infantes parvularios que balbucean nuestro idioma, engloba, por lo común, a los seres de ambos sexos. Al respecto, no se me ocurre mejor demostración que constatar que a todos los hombres que conozco les parece irrefutable el ejemplo brindado por la alférez González Torres al obtener la nota más alta en el curso de pilotos de caza y ataque del Ejército del Aire español y alzarse (nunca mejor dicho) con el puesto número uno de su promoción. A mis amigas, también. ¡Ole tú, Rocío!
Supongo que allá por los 50, más o menos, causaría parecida sensación en Ávila o en Teruel la primera mujer de la provincia que decidió sacarse el carnet de conducir. Y saldría retratada en la primera página de El Adelantado de Segovia con unas gafas de gato muy coquetas y la permanente recién hecha, digo yo, posando para la posteridad mientras se montaba en un Seíta. La distancia entre las unas y la otra es mucha. ¿O no?
Ha llovido desde entonces. Y no siempre para bien. Si de publicitar la cosa igualitaria hablamos, no está nada mal tampoco la foto de la ministra de Defensa, embarazada, pasando revista (no el Telva) a una compañía de aguerridas tropas en Madrid o en Afganistán. O mejor aún, otra más reciente de la Chacón enfundada en un vestido de tubo, verde eléctrico, que debiera haberle granjeado una medalla al mérito a todo aquel recluta que logró resistir la tentación de girar la mirada hacia la retaguardia de la jefa. Ya digo, objetivo publicitario logrado, aunque queda aún por demostrar si dicho cargo es compatible o no con encabezar la manifestación de "Todos somos Rubianes" o con declararse, de una tacada, pacifista y nacionalista, en una sola pieza.
Así que lo de la alférez sevillana (de Huévar, para más señas) me parece de traca y farolillos con balcones a la calle. Eso sí que es buen rollito. Tanto, que la alférez ha grabado un spot para promocionar las Fuerzas Armadas por televisión y, lo que era previsible, una mega marca le ha ofrecido a ese pedazo de muchacha, inteligente, osada y capaz de salir viva de la centrifugadora-escuela donde se preparan para manejar un F-5 (además de guapa y con un tipazo), un contrato para publicitar un producto comercial de ringorrango. Lástima que las ordenanzas no se lo permitan y que sus superiores le hayan dicho nones, porque habríamos presumido todos (y todas, ahora sí, para que no haya dudas). O sea, que no hace falta retorcer el lenguaje ni inventarse palabros como miembra o pilota para auparse al medallero.
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