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No puedo más que alegrarme de que Pablo Casado, como hace el PP siempre en la oposición, vuelva a acordarse del aborto y prometa, nuevamente, que su partido, en cuanto que llegue al poder, cambiará la ley. El buen lector, al que no se le escapa una, habrá percibido unas gotas de amargo escepticismo entrelíneas y se preguntará ahora si también mi susodicha alegría es cínica. No, qué va. Me alegro de verdad porque, que el PP, cuando necesite votos y movilizar a su simpatizante, recurra al aborto demuestra que, para una parte sustancial del electorado, es una cuestión vital. Eso honra al electorado.
Incluso estoy dispuesto a conceder, contra todos mis resabios de hombre viejo, que esta vez Casado quiera embarcarse de veras. En honor a esa posibilidad, quisiera darle un consejo. Se le ve un tanto bisoño en la defensa de la vida, quizá por la falta de práctica de su partido.
Ha declarado que hay que luchar contra el aborto porque la pirámide poblacional, el problema demográfico y el pago de las pensiones. Error. La defensa de la vida se defiende por la vida misma, primer derecho fundamental y base de cálculo (diríamos para que los más economicistas nos entiendan) de todos los demás derechos. Asociar la defensa de la vida a cualquier subproducto, beneficio marginal o indirecto supone instrumentalizarla. Es peligroso, porque con esa lógica se pueden distinguir vidas que contribuyen y vidas que no. O caer en la cuenta de que la eutanasia sirve para mejorar bastante el sistema de pensiones. O no defender el aborto en países que no tienen problemas con su pirámide poblacional, como en las boyantes demografías subsaharianas.
Por supuesto, los beneficios asociados a cualquier nueva vida que le nace al mundo son inmensos, innumerables, inimaginables, infinitos; pero el deber del Estado y del Derecho es defender a cada ser humano por su dignidad inalianable, sin calcular sus aportaciones a la Hacienda Pública ni a la Seguridad Social. Ni tampoco recurriendo a excusas electoralistas para que parte de la opinión pública te perdone la lucha contra el aborto. La pedagogía correcta también es importante.
No quisiera que este artículo desanimase a Pablo Casado en el camino que ha emprendido, y que le dignificará, si cumple. Mi deseo es que persevere y que, además, afine y afiance los conceptos y los principios, que falta le van a hacer. Nada hay más práctico que una buena teoría.
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