El lanzador de cuchillos
Martín Domingo
¡Boom!
Su propio afán
ESCRIBO con mala conciencia. Meterse con Ciudadanos por su propuesta de que en las aulas andaluzas se pueda aprender catalán, vasco o gallego… ¡parece abusar, de lo fácil que es! Siempre podría usar el tono mesurado y perspicaz de Luis Sánchez-Moliní en su columna de ayer, sí, aunque eso añade la culpa de estar repitiéndome en estas páginas. O podría dejar el trabajo sucio a las redes sociales, que están echando sus buenas risas con la propuesta. Pero hay dos o tres cosas que quisiera añadir.
La primera es que los idiomas no deberían ser nunca ni pasto de la política ni pretexto del postureo. Una querencia de los partidos es, cual reyes Midas de lo suyo, convertir en demagogia cuanto tocan. Los idiomas están para entenderse y bien poco le puede servir a uno hablar catalán en la intimidad si no es Aznar. Además, Josep Pla advertía que todo lo que no sea el idioma materno o el bilingüismo, sólo nos sirve (él ponía el ejemplo del francés) para pedir una tortilla en Perpiñán. Y para eso ya está la koiné o idioma común, que es el inglés, y con los idiomas autonómicos, ni eso, porque todavía se puede pedir una tortilla francesa perfectamente en castellano en todos los puntos de España. Todavía.
La segunda cosa es que en los programas de enseñanza no cabe todo. Cualquier añadido de nueva asignatura cuesta dinero (nuevos especialistas, más aulas, más medios, libros, etc.), pero eso es secundario. Lo básico, que nadie parece pensar, es que las horas lectivas están limitadas: 30 a la semana. Una nueva enseñanza desplaza una vieja: ¿y a cuál, eh? Es la primera pregunta que habría que hacer a todo el que venga con propuestas imaginativas bajo el brazo.
El hecho de que se organicen como asignaturas opcionales no soluciona el problema. Primero, porque si el catalán, el vasco y el gallego los escogen muy pocos alumnos o ninguno, quedará más en evidencia el carácter demagógico de la medida; pero, si lo escogen, ¿a cambio de qué asignatura y por qué? No vaya el criterio a ser la facilidad de aprobar, que ya nos conocemos.
Un error constitutivo de nuestro régimen constitucional ha sido la pulsión de hacerse perdonar por los nacionalistas a toda costa. Ahora Ciudadanos, que ha defendido muy bien y valientemente el estudio del castellano en Cataluña, hace este guiño de equidistancia. Tu quoque, Brute, fili mi! Y encima, por la espalda, quiero decir, con la enseñanza y en Andalucía.
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