Quizás
Mikel Lejarza
Toulouse
DE POCO UN TODO
LA casualidad -que no existe- ha querido que yo escriba los miércoles, lo que conlleva que los miércoles de Ceniza, como su propio nombre indica, me toque artículo. Cuando las fechas son fijas, el calendario da vueltas como una ruleta: el día del mes rueda entre los de la semana y permite un juego de perspectivas diversas. Véase la Nochebuena: un año es la víspera la que cae en miércoles, y hablo de la ilusión; otro, el mismísimo 24 de diciembre, y lo celebro; y otro, la Navidad, y entonces no escribo porque el 25 no hay periódicos. Sin embargo, de la ceniza no me libro nunca.
Podría mirar hacia otro lado, por supuesto, pero uno debe hacer honor a su rol de columnista católico, y prestar a los hitos de la liturgia la atención que merecen. Así, poco a poco, voy reuniendo una colección de columnas cuaresmales. Dentro de cincuenta años, podré publicar un monográfico sobre este día de llamada universal a la penitencia y al arrepentimiento. No será mi libro más alegre; aunque nunca se sabe, porque la conversión es la cruz cuya cara es la esperanza.
En todo caso sería un libro ilustrativo de cómo van cambiando los tiempos. Hace nada titulé un artículo Cenizas y cenizos, porque entonces el PSOE acusaba de agorero a todo aquel que avisara de la crisis. Dichosos tiempos en que al menos la mitad de la población vivía feliz, confiada en sus líderes. Otro año me recreé en la paradoja de que, a la vez que estallaba una esplendorosa primavera, la Iglesia nos proponía que nos recogiésemos en nosotros mismos. Año tras año, ya ven, voy soplando sobre las cenizas para encender las brasas de un artículo diferente.
En esta ocasión el artículo, más que paradójico, resultará redundante. No hallamos cosa donde poner los ojos que no sea recuerdo de la ceniza. La que nos impongan en la frente caerá sobre pensamientos mortecinos. La crisis sí que está siendo un llamamiento en toda regla a la penitencia, al ayuno y la abstinencia.
Incluso el clima se ha vestido de pardo sayal. Qué grises, fríos y, en una palabra, cuaresmales están resultando los días. La naturaleza, tras el escándalo del Climagate, se ha vuelto también escéptica del calentamiento global y se ha soltado la melena de lluvia sobre la espalda helada. Lo malo es que a nosotros, escépticos o calentólogos, nos ha cogido debajo, tiritando.
Como esta Cuaresma, que, aunque litúrgicamente empieza ahora, en lo económico y en lo político lleva aquí un montón de meses. Este año, todos, creyentes, agnósticos y hasta laicistas, vamos a pasar un tiempo muy sacrificado y penitencial. Polvo somos y en polvo nos convertimos a marchas forzadas.
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