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La Isla, pueblerina y villana-históricamente-, tuvo, tiene y tendrá más escritores por metro cuadrado que cofradías, frase que, en su día, en el transcurso de una cena celebrada con motivo del fallo del Premio Luis Berenguer de novela, desaparecido premio al igual que el de Poesía, pronunció y explotó como un hallazgo cultural Antonio Moreno, alcalde dicharachero y dicaz, que no se cortaba un pelo ni un dicho, populista dentro de la culturalidad, qué palabro, de murienda literaria y creadora, definitorio de la cultura degradada, convertida en cajón de sastre cínico y clínico. Y me entiendo.
Pobre lengua que estás por los suelos, que lo mismo sirves para un mal poeta que para un advenedizo, para una comunicación oficial, que para un descalabro. La gente que escribe ahora, además, suele acudir a talleres de escritura que, la mayoría de las veces, sirven para dar tranquilidad de estilo al perpetrador que lo perpetrare. -Luis Berenguer, dixit-. "Ojo con la precisión, la exactitud y el «matiz». Escribir «oí el ruido de sus pasos» no es más exacto ni más preciso ni más matizado que «oí sus pasos». Es solo redundancia".
En este estado de cosas es cuando exigimos un conocimiento clínico del lenguaje, porque la lengua, como la medicina, ¿verdad doctor Chamorro, verdad profesor Calap?, evoluciona constantemente y si dejamos su estudio, caeremos fácilmente en la escuela de perpetradores ad litteram.
Si escribimos que fulanito divisó una revista, que es atisbar sin claridad, por vio una revista, estaremos maltratando y mal enseñando al lector y al presunto creador. En aras de no caer en tópicos y catacresis, quitamos tener miedo, por estar poseído por el miedo. El miedo se tiene, no se posee. Ni te embarga….y quien escribe: le dieron la bienvenida a viva voz, cuando la forma asentada, tal como señala el Diccionario del español actual, es de viva voz, que está definida como de manera oral. La forma a viva voz podría ser un cruce con a media voz o tal vez con a voces. ¿Y los enseñantes no detectan las carencias propias y ajenas?
Hay más cursos de escritura que de mecánica. Más géneros -literarios- que alfabetos antiguos, más desconocimiento, padre de la osadía, que estilo, madre de la cadencia.
¿Pero a quién le importa quedar en la inmortalidad efímera de las letras si la piedra no perdura? Luis Berenguer subrayaba los tópicos en Galdós que todavía se comenten, ingentes, como ripios, cascotes o puro relleno; ya no de palabras, sino de concepción narrativa. ¿Por qué tienen que hacer tantas tonterías la gente en los diálogos? Lo curioso es que siempre hacen las mismas cosas: arquean una ceja, fruncen el ceño, miran fijamente, hablan entrecortadamente, apoyan la barbilla en la mano…Pura desliteratura impura.
Alguien dijo que escribir sobre música es como bailar sobre arquitectura. Y sobre literatura, como contar las cañas en el desierto. Un esfuerzo vano, si no inútil, al resultar imposible atrapar su esencia con meras palabras con un acto tan sencillo como estudiar, pensar, elaborar, crear…
Al menos la honestidad personal de un conocimiento cínico de la lengua, para que la vanidad posterior no nos convierta en hipócritas clínicos. Como ocurre en estos predios, desde que el culo es témpora. Y la puente, ciudad.
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