La Rayuela
Lola Quero
Nadal ya no es de este tiempo
De poco un todo
UNA vez tuve una alumna particularmente espectacular, dicho sea con todo respeto, mejorando lo presente y sin desdeñar para nada a mis alumnos, que tienen, igual que ellas, otras virtudes intelectuales y personales, que son las que importan. Resultó muy aficionada a copiar en los exámenes, aunque los profesores la cogíamos siempre. Ella se lamentaba amargamente de su mala suerte, pero era lo natural: vigilarla salía solo.
Lógicamente la pillé copiando, y la suspendí. Quien copia perjudica a sus compañeros. Como un falsificador de moneda provoca inflación, quien copia sube el nivel medio con conocimientos fingidos. Eso acaba obligando a los otros a estudiar más para sacar la misma nota o a conformarse con calificaciones más bajas. Y copiar demuestra un interés por saber -que es lo básico en la enseñanza- nulo.
Claro que a los alumnos (con preocupaciones más inmediatas) no se les puede pedir que deduzcan estos principios por su cuenta y riesgo. Hay que transmitírselos demostrando, los profesores y la administración educativa, un respeto reverencial por los exámenes, auténticos ritos de paso del conocimiento. Como esto es evidente, la indignación con la Normativa Reguladora de la Evaluación y Calificación de Asignaturas de la Universidad de Sevilla, que no concede un derecho a copiar, pero casi, ha sido unánime. Los políticos, por supuesto, se han colocado a la cabeza de la manifestación y el mismo Griñán ha salido al paso, mostrando su desacuerdo y declarando que la susodicha normativa manda a la sociedad un mensaje equivocado.
Pero el mensaje que manda es claro y exacto, y lo digo, ojo, no porque yo sea partidario del copieteo, que hasta suspendí a mi alumna, sino porque refleja como un espejo una realidad, ella sí, equivocada. La norma no es una anécdota o una locura pasajera de la Universidad, sino una consecuencia más de un estado de desorientación generalizado. La autoridad del profesor lleva decenios poniéndose en solfa, se minusvaloran los conocimientos, el esfuerzo y la memorización y se reduce, por tanto, la importancia de los exámenes a favor de trabajos que con frecuencia se bajan de internet mediante la técnica de copiar y pegar. Y tanto copiar debe de ser que se pega, y luego, en los exámenes, con la costumbre, no lo pueden evitar…
Los mismos ordenadores que la Junta, con una intención buenísima, ha regalado a los alumnos de secundaria, si no se acompañan de otros medios, humanos, sobre todo, y humanistas, terminarán fomentando, me temo, esta cultura del copia y pega. No es lo mismo una copia que otra, se me dirá, pero suenan igual y algo tienen que ver.
Mañana, hay muchas probabilidades de que el consejo de gobierno de la Universidad de Sevilla rectifique, abochornado por la alarma social. ¿Respiraremos tranquilos, pensando que ya ha pasado el esperpento, o lo aprovecharemos como una señal de alarma, precisamente?
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