La aldaba
Carlos Navarro Antolín
¡Anda, jaleo, jaleo!
Su propio afán
LA alcaldesa Carmena los tuits intolerables de su concejal Zapata sobre los judíos o sobre Irene Villa y las niñas de Alcácer le han puesto sobre la mesa un problema de cuatro patas. O, mejor dicho, la solución es la que necesita cuatro patas. Y la flamante alcaldesa tiene que buscarlas una a una si no quiere que se le tambalee la mesa antes de empezar.
La primera pata era la fácil. Cesar a Zapata. Ha sido un clamor de los otros grupos del ayuntamiento, especialmente del PSOE, que puso la alfombra roja a los podemitas. Un amigo me recuerda que la política americana los partidos tendrían minuciosamente estudiados a los rivales y, sobre todo, a los propios, pero que aquí han vencido la pereza y la improvisación. Todos, incluido Zapata, han sido cogidos a contrapié.
Lo segundo es la espada y la pared. La defensa bipolar (¡ay, si esos tuits fuesen de un político del PP!) de Zapata por muchos fervientes seguidores, por los líderes de Podemos y por algunos concejales dentro del equipo de Carmena ha puesto a ésta en un brete. Si no lo cesaba, quedaba en entredicho su autoridad, su independencia y su mesura. Si lo hacía, socavaba sus fidelidades más acérrimas y abría una brecha a sus espaldas. Entre la espada y la pared, ha optado por quedarse en medio, que es lo que parece lógico: Zapata dimite de edil de Cultura, pero queda de concejal. ¿Pero es, en verdad, lo lógico? ¿Le inhabilitan sus tuits para gestionar la cultura municipal y no para representar al pueblo de Madrid? ¿Cabe la microdimisión, una dimisión de 140 caracteres?
Es una salida estrábica, mirando afuera y adentro. Porque detrás viene el concejal Soto, que también le daba a Twitter. Escribió deseándole la guillotina a Rajoy y la tortura y el asesinato a Gallardón. ¿Esas amenazas no importan? Manuela Carmena debe de soñar -tercer problema- con fichas de dominó tirándose unas a otras, y quiere parar la cosa. La siguiente a Zapata en la lista se llama Alba López, y se declara "feminazi".
La cuarta pata es esencial. ¿Cómo transformar todo ese montón de rabia, insultos y violencia en una fuerza política capaz de gestionar algo tan formal como un ayuntamiento? Se habla mucho de que lo de Zapata toca el problema de los límites del humor. ¡Menos humos humorísticos, que esos límites quedaron muy atrás! La cuestión es la posibilidad o no de los antisistema de amoldarse a las instituciones y los modos democráticos.
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