Envío
Rafael Sánchez Saus
Luz sobre la pandemia
De todo un poco
Acuenta de los pujoles, no puedo sacarme de la cabeza una cita del doctor Johnson que viene como anillo al dedo. No, no aquélla tan evidente de que "el patriotismo (léase nacionalismo) es el último refugio de los canallas", que es otro anillo a otro dedo de la misma mano larga, sino cuando le pidieron un ejemplo de insulto. Propuso: "Caballero, vuestra esposa, bajo la tapadera de un prostíbulo, comercia con mercancía robada". Como han deducido, es lo que nos pasa: nos rasgamos las vestiduras por la mercancía robada, pero hemos tragado durante decenios las mentiras históricas, el racismo encubierto, la más insultante insolidaridad, la compraventa de apoyos políticos...
En España impera una doble moral que produce compartimentos estancos entre unos desmanes y otros. Los brasileños para explicar la diferencia entre moral y ética recurren a un tatuaje en el culito de una hipotética esposa del presidente. Si lo enseña, es inmoral. Si l o pagó con dinero público, no es ético. Aquí no somos tan finos. Si se roba (y te pillan), es un horror; pero si se miente, se burla la ley, se usan las instituciones para desmoronar el Estado..., nada, eso es política. (Y eso no lo es.)
Cuánto se criticaba antes a la Iglesia diciendo que daba más importancia al sexto mandamiento que a los demás. Y cómo calcamos ahora aquella supuesta actitud en nuestra vida pública con el séptimo, que es no robarás. Algo es algo y más vale doble moral que nada, se me sugerirá. Pero la doble se queda a medias, porque carece de autoridad. La moral tiene que ser íntegra, como el lenguaje común dice (con un agudo instinto filosófico) del hombre de bien.
Dejando aparte la religión, por supuesto, hay hechos que no son ilegales -pegársela a la mujer o al marido, pensar que el aborto selectivo de niños con alguna enfermedad es la discriminación más horrible... pero dejarla correr, utilizar la educación para fines políticos, gastar a manos llenas del presupuesto, incumplir promesas, escurrirse uno y dejar que la crisis arrase a los demás, etcétera- que, sin embargo, resultan una bomba de relojería en los fundamentos de la vida pública. Esto se me puede discutir, claro, pero no que hay, además, un montón de leyes y hasta sentencias del Supremo e incluso la misma Constitución que se vulneran sin recato, sin consecuencias políticas, sin escándalo alguno. Por lo visto, mientras no se comercie con mercancía robada...
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