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Tribuna
LA personalidad de un autor, de un intelectual o de un artista es a veces tan acusada que basta citar su nombre para que todo el mundo sepa a quien nos referimos. Don Gregorio Marañón era Don Gregorio, Don Pedro Laín, Don Pedro y en el mundo intelectual gaditano Don José Gómez Sánchez es pura y simplemente Don José. Un ser singular, un lujo intelectual, de cuya presencia y vitalidad cultural goza Cádiz desde hace mas de 36 años sin que la sociedad gaditana sea, a mi modo de ver, muy consciente de ello.
Hoy, 9 de Enero de 2011, Don José cumple noventa años y como cada día leerá la prensa, paseará por la ciudad, seguirá leyendo varios libros simultáneamente, acudirá quizá a charlar en la plaza de Mina con Juan Manuel, su librero de cabecera, dedicará algún tiempo a bucear por Internet y a enviar correos electrónicos, escribirá en su ordenador alguna conferencia o discurso pendiente, recibirá en su casa alguna visita con la que departirá largo y tendido sobre todo lo divino y lo humano, hablará con viejos amigos y antiguos discípulos en largas tertulias telefónicas y si hay previsto un acto en alguna de las Academias gaditanas a las que pertenece será el primero en llegar.
En 1974 fruto de un concurso de acceso, Don José llego a Cádiz como catedrático de la Facultad de Medicina. En contra de lo que entonces solía ocurrir Don José no dejó Cádiz, aunque tuvo varias oportunidades para trasladarse a Madrid y a otras universidades. Y no lo hizo porque en Cádiz, la última de las tierras por donde el sol se pone, según sus palabras, encontró un espacio de dimensión humana, no contaminado por la prisa ni el consumo, en el que ha podido desarrollar su vida intelectual sin mas limitaciones que las que él ha querido imponerse y encontró un espacio, y un ámbito, en el que ha desarrollado un magisterio fecundo que ha dado origen a numerosos discípulos, entre los que orgullosamente me encuentro, repartidos por España y América, con los que Don José ha sabido tejer desde Cádiz una tupida red de conocimientos, afectos, debate y reflexión.
La vida intelectual de Don José no esta, por otra parte, solo relacionada con su actividad estrictamente profesional, el mundo de la histología, la patología y la medicina sino que trasciende a dichos conocimientos para extenderse hacia ámbitos culturales muy distintos, que van desde la filosofía o el cine hasta la navegación o la historia de América, pero no en lo que el conocimiento tiene de erudición sino en lo que este tiene de instrumento para comprender y analizar el tiempo presente y para vislumbrar el tiempo futuro. Son estas reflexiones las que desde su llegada a Cádiz ha ido diseminando en publicaciones y foros muy diversos de la propia ciudad y de toda España. A este respecto es importante recalcar que su pensamiento siempre provocador y novedoso constituye para sus interlocutores un estímulo intelectual de primera magnitud y por tanto un punto de partida para hacer aflorar en ellos nuevas áreas de pensamiento y opinión.
Es costumbre de las mejores universidades aprovechar las figuras más relevantes de sus claustros para fomentar y despertar la creatividad en los más jóvenes en sucesivas sesiones de tutorías en las que el saber y la experiencia fluyen oralmente de una generación a otra. Esto es lo que hacen con sus antiguos profesores las universidades de Cambridge y Oxford y esto es lo que no hacemos lamentablemente en nuestras universidades. Jubilado anticipadamente por una ley injusta, en plena madurez, la universidad española no ha podido aprovechar al máximo su caudal de conocimiento ni la sociedad española en general ni la gaditana en particular han sabido buscar imaginativamente la forma de hacerlo. En la medida de mis posibilidades he procurado llevar a su casa, siempre abierta a todos aquellos que han querido acercarse a ella, a jóvenes estudiantes vinculados a mi departamento en la Facultad de Granada para que conocieran y recibieran la influencia de su saber y de su personalidad. Y he de decir que ninguno de ellos ha quedado inmune a su influjo y que por medio de correos electrónicos o cartas siguen siendo, en muchos casos, beneficiarios de su magisterio.
Decía Lee Iacoca que la tercera etapa de la vida después de la de formación y la de madurez y trabajo es la de contribución o siembra. A sus noventa años Don José sigue contribuyendo y sembrando a favor de una sociedad mejor, más culta y por tanto más libre. A través de este artículo quiero felicitarle públicamente en su cumpleaños y desearle muchos más como hacían las viejas gacetas en sus antiguas notas de sociedad. Al hacerlo quiero invitar a todos los que puedan aproximarse a él, sobre todo a los mas jóvenes, a que no dilapiden la oportunidad de aprovecharlo y a la sociedad gaditana en general a que sea consciente de que contar en Cádiz con un hombre como Don José es contar con un referente de sabiduría, independencia y libertad frente al modelo gregario y clónico que la publicidad y lo políticamente correcto nos ofrece cada día. Y ser consciente de ello y valorarlo es contribuir a que Cádiz, fiel a su mejor tradición, siga siendo, con ilustres vecinos como Don José, la ciudad de la libertad y de la inteligencia que siempre ha sido y que ojalá nunca deje de ser.
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