La aldaba
Carlos Navarro Antolín
¡Anda, jaleo, jaleo!
Su propio afán
RECIBO con alborozo la noticia de la unanimidad parlamentaria a favor de que el ajedrez sea materia lectiva en los institutos. Sobre todo, por el ajedrez; pero también por sumarme al fin a una mayoría política, placer de dioses del demócrata. Aunque tanta unidad no deja de sorprenderme. Cierto que el ajedrez mejora los resultados de los alumnos incluso en las asignaturas instrumentales. Y es bien barato -extremo que, como están las cosas en educación, hay que tener en cuenta; otra cosa sería si hablásemos de las televisiones autonómicas-. Y oficialmente es un "deporte", nombre que lo aureola de un prestigio irresistible en estos tiempos. Con todo, me sigue extrañando la unanimidad.
Porque, ¿han visto ustedes algún juego más incorrecto políticamente? Empezando por su sistema de gobierno, dos monarquías absolutas, y la figura del rey con la cruz sobre la corona, encima. Eso tiene una disculpa en lo que observó Chesterton. Ningún cuento empieza: "Érase una vez, en una república muy lejana…" Se ve que la monarquía tiene más poesía, épica en este caso. Pero aún es peor: los peones no están sindicados ni tienen comité de seguridad y salud, los pobres. Y luego está la paridad, que no está. La reina, en un rasgo de realismo, es la figura más poderosa, sí, pero qué mal concilia. Mientras el rey no da golpe, ella para arriba y para abajo, sin parar. Lo tiene que hacer todo. Lo posmoderno sería cambiar de género a la mitad de las piezas. Colocar un peón y una peona, como en las listas cremallera. Y luego, alfil y alfila; caballo y yegua; torre y torreón.
De fondo, lo más grave: la violencia del juego. Jorge Luis Borges hablaba del tablero como el "severo ámbito donde se odian dos colores". Es algo que cualquier jugador percibe en cuanto las cosas se ponen complicadas. A la reina, Borges la describe -con dudosa galantería pero con perspicacia- como "encarnizada"; a los peones, como "agresores". Según avanza la partida, los sacrificios se suceden, el maquiavelismo impera, la sangría es total.
Escribo este artículo con temblor, no vayan sus señorías a dar marcha atrás, aunque confío en mi insignificancia. Junto a las ventajas pedagógicas (y político-incorrectas), el ajedrez es, además, un juego muy noble y muy nuestro, estudiado por Alfonso X el Sabio, reinventado en Valencia. El otro gran "deporte" español es la esgrima, y ya estamos tardando en incluirla en la escuela.
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