Enrique / García-Máiquez

Ensalada o macedonia

Su propio afán

21 de febrero 2016 - 01:00

ME encanta que mi mujer se traiga trabajo a casa. No imaginéis que es por la gozada del silencio de alta fidelidad que se produce en un cuarto donde se trabaja y que así puedo yo leer mejor… No soy tan interesado. (Aunque algo de silencio no dejaría de venirme bien.) Mi mujer se trae trabajo a casa y, como trabaja en una bodega, el trabajo es delicioso. Chin, chin.

Está experimentando nuevos cócteles y yo dejo de elucubrar por un rato en la formación o no del nuevo gobierno y me presto gustosamente a conejillo de Indias, aunque, habida cuenta de la naturaleza del trabajo, hago de peces en el río, que beben, y beben, y vuelven a beber. No me quejo. El matrimonio exige estos sacrificios. Somos un equipo. Tenemos que apoyarnos en nuestras sendas carreras profesionales. Su trabajo es muy importante para mí. ¡Vamos a por otro cóctel!, digo.

Los cócteles están unos interesantes (esto es, regular), otros muy bien y otros incluso mejor. Puntúo, confiando en cosas tan subjetivas como el gusto y la intuición. A partir de determinado momento me gustan todos muchísimo. Chin, chin. Y sería el momento, quizá, de parar la cata a ciegas, sobre todo, por eso, porque cada vez es más a ciegas, pero es también una cata a sordas y no oigo la voz de la prudencia, los gritos del sentido común. Por suerte, nada hay más práctico que una buena teoría, y todavía me queda una teoría a la que agarrarme.

No es mía, sino de Eugenio d'Ors y no la recuerdo especialmente bien a estas alturas. Pero el maestro aprobaba las ensaladas, mientras que abominaba de las macedonias. Estoy muy de acuerdo con el maestro. Las frutas, quizá por la personalidad suya, no combinan. Se crea un todo pastoso, de diversas texturas y variados colores, pero con un solo sabor ácido y asopado. En la ensalada, por la caricia del aceite, la gracia de la sal y la picaresca del vinagre, todo se compenetra. Así juzgo los cócteles: aparto los macedónicos y aplaudo (y apuro) los ensalísticos. Y, en los intervalos en los que mi mujer reflexiona o pica hielo o abre dos o tres botellas, aprovecho para pensar que también el pacto de gobierno, si sale, puede salir como una macedonia de frutas del bosque o como una ensalada. A la gran coalición (aceite, sal y vinagre) la veo ensalada y al pacto de progreso (PSOE, Podemos, Mareas, Confluencias, Compromís, IU, PNV, adornado con abstenciones varias) lo veo macedonia, ¿o no les parece?

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