Enrique / García-Máiquez

A Erdogan, eso mismo

Su propio afán

25 de julio 2016 - 01:00

HABLAMOS mucho de Maquiavelo y muy poco de Diego de Saavedra Fajardo, que es un prodigio en sus Empresas Políticas de equilibrio entre la realpolitik, como medio, y la fidelidad a unos principios inamovibles, además de un prosista pasmoso. Saavedra habría entendido a la primera a Erdogan cuando dijo que el golpe de Estado fracasado de Turquía era "un don del cielo". No sabemos si fue un golpe espontáneo que le pilló por sorpresa, uno que sus servicios secretos vieron venir y dejaron hacer, uno que alentaron o un autogolpe intencionado. En cualquiera de los casos, le está sirviendo para hacer una purga de una extensión que supera con creces a los implicados en el golpe y que abarca a toda la oposición política del presidente-sultán en cualquier ámbito: el ejército, la judicatura, la enseñanza, las organizaciones no gubernamentales… Para mayor holgura, Turquía ha suspendido así como así la Convención Europea de Derechos Humanos, ea.

Está muy bien que nuestros gobiernos clamen por la democracia en los foros internacionales y exijan a Erdogan la proporcionalidad en su defensa, un respeto, una mesura y toda la pesca. También que las organizaciones de jueces de Europa y las de profesores firmen manifiestos de enérgicas protestas, por supuesto, a los que me sumo, como profesor, faltaría más. Pero vendría mejor aprovechar también para replicar a bote pronto con la misma frialdad que el propio Erdogan.

Si el golpe le ha supuesto "un don del cielo", la Unión Europea tendría que atreverse a sugerir con la misma sangre fría que su represión es un don que nos ha venido del cielo, si aquí nos atreviésemos a hablar aún del cielo, que está por ver. La turbia purga de Erdogan tendría que servirnos para ver con quien nos jugamos los cuartos y, en consecuencia, para sacarnos de encima la patata caliente del ingreso de Turquía en la UE, que no tiene ni pies ni cabeza ni desde un punto de vista geográfico ni político ni demográfico ni económico ni -con perdón- religioso. Con el tiempo, y por razones militares, intereses cortoplacistas, presiones norteamericanas y miedo al islamismo, se le han ido haciendo concesiones y promesas a Turquía. Ahora, de golpe, con un poco de realpolitik y replicando al cinismo de Erdogan con su misma moneda y hasta con sus mismas palabras, es el momento de coger la ocasión por los pelos, que la pintan calva, y agradecer de inmediato "el don del cielo".

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