La Rayuela
Lola Quero
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DE POCO UN TODO
AMARÁS a tus enemigos" es un mandamiento y una profecía. El filósofo Jacinto Choza ha explicado que a los enemigos les debemos -amén de la oportunidad de cumplir con el precepto- la claridad de nuestras propias ideas, que se acrisolan por el contraste. Y hemos de agradecerles también que se tomen la molestia de tomarnos en serio. ¿Es o no es para cogerles cariño?
En la polémica de los crucifijos, por ejemplo, los que pretenden descolgarlos saben, al menos, lo que significan, cosa que ignoran quienes los defienden sólo como un souvenir cultural o un adorno inofensivo. Cristo Crucificado, si no es la fuerza y la sabiduría de Dios, debe ser, según san Pablo, escándalo y necedad.
Lo que se dice de la cruz vale para toda la Iglesia. Si la fe no choca, será porque la convertimos en una Concejalía de Fiestas, encargada de las lucecitas de Navidad, de la Semana Santa y del día de la Patrona. A eso se apunta cualquiera. Pero la fe es un pack completo. Hablé con unos amigos creyentes de la resurrección de los cuerpos y empezaron a mirarme raro, como si estuviese zumbado o fuese un zombi. ¿Qué se creerán ellos que rezan los domingos en el Credo?
Algo similar le ha ocurrido al obispo de San Sebastián con sus declaraciones sobre el terremoto de Haití, que tienen a toda España rasgándose las vestiduras. Confieso que cuando leí la noticia pensé que, con esa brusquedad que caracteriza a los vascos, monseñor Munilla se había puesto a hablar de teología y a hacer comparaciones cuando tenía que haber recordado al primer inocente, a Cristo crucificado y su grito desgarrador: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?". Sin embargo, al leer sus declaraciones exactas, he descubierto que eso, justamente, fue lo que hizo; y luego apelar a la solidaridad, donde la Iglesia no escatima esfuerzos nunca, y, por último, decir que aquello, siendo horrible, no es el mal absoluto, que la última palabra la tiene la misericordia de Dios.
Se queja Munilla de que han sacado sus palabras de contexto, y es verdad. Pero ni con las mejores intenciones la cosa tiene remedio. En el mundo siempre estarán fuera de contexto las palabras de fe. En este caso irrita la esperanza. La gente prefiere que se diga que el dolor es lo peor de todo, un callejón sin salida, y no el pecado, que no les parece tan mal. Desde la fe, sin embargo, tiene razón Munilla: la vida eterna compensa los sufrimientos y la muerte, y la gloria celestial espera a la inmensa mayoría de las víctimas de Haití. Si ustedes no creen, pueden escandalizarse, por supuesto, o considerarme un necio, pero esto es lo que creemos los cristianos.
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