El lanzador de cuchillos
Martín Domingo
¡Boom!
Su propio afán
CESUR (círculo de empresarios del sur de España) y la Fundación Cajasol han traído a Cádiz, el lunes, y a Sevilla, ayer, y desde Suecia, nada menos, a Inger Enkvist, experta en modelos educativos comparados. Estas conferencias inauguran un seminario para reflexionar sobre la enseñanza. Y es bien bonito que sean los empresarios los que, planificando a largo plazo, nos pongan a pensar sobre esta cuestión de máxima importancia, pero casi nunca de actualidad rabiosa. De hecho, fue al revés: éramos los asistentes los que no podíamos oír a Enkvist sin el telón de fondo de la actualidad política de pactos fantasmas y consensos flotantes.
Ella vino a comparar dos sistemas nórdicos, el sueco y el finlandés, con lo nuestro. En Suecia, la vida ha sido fácil y próspera durante los últimos doscientos años, han mandado los socialdemócratas y han aplicado al pie de la letra las propuestas de los pedagogos; pero el nivel de su educación se ha hundido. En Finlandia han sufrido varias guerras, sin excluir la civil, y la economía va a trompicones; pero su modelo es uno de los más exitosos del mundo. Quizá porque los políticos finlandeses han estado tan ocupados que apenas han tenido tiempo de intervenir en la educación.
Casi todo lo que se hizo en Suecia se ha hecho en España. Continuas reformas, tan profundas que parecen rupturas, han privilegiado una fuerte pulsión igualitaria, donde la equiparación social es más importante que el resultado académico. Finlandia, en cambio, no ha perseguido el ideal de una escuela comprensiva. Se ha limitado a valorar muchísimo la lectura, a orientar a los mejores hacia la docencia (con prestigio profesional y sueldos acordes) y a dejar que los buenos resultados de los alumnos les den acceso a más oportunidades.
El sistema sueco renunció a la excelencia para lograr la igualdad y perdió la excelencia sin alcanzar la igualdad. Con menor nivel académico, son los alumnos de familias acomodadas los que aún encuentran en casa lo que el sistema educativo no ofrece. En contra, el esfuerzo y la exigencia para todos terminan generando mayor igualdad social.
El sistema finés funciona, es fácil y barato, y apenas si exige que los políticos creen un marco sólido y sensato, y se aparten. Y aquí entraba, como un torrente, nuestra actualidad política. ¿Tan difícil es llegar a un acuerdo para algo tan sencillo? ¿Quién teme al esfuerzo? ¿A quién asusta el estudio?
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