Con la venia
Fernando Santiago
Pelotas y chivatos
Su propio afán
Adiferencia del sociólogo y sus encuestas, el columnista no hace juicios aproximadamente cuantitativos, sino intuitivamente cualitativos. Así que, a pesar de que se afirma que los debates no tienen incidencia en los resultados electorales, yo añadiría que sí la tienen, en cambio, y mucha, en la percepción y en la proyección de los líderes. Con independencia del resultado electoral, Susana Díaz, cuyas actuaciones han sido manifiestamente mejorables, se ha dejado el aura en el plasma.
No volverá a sonar con fuerza en el futuro inmediato para líder del PSOE nacional. Incluso aunque ganase las elecciones, como va a pasar, y aunque parase el otrora terrorífico ascenso de Podemos, que también va a pasar (aunque ese mérito se lo va a apuntar Ciudadanos).
Lo intrigante ahora no es, por tanto, el futuro, sino, paradójicamente, el pasado. Preguntarse de dónde vino ese aura que encandiló a tantos del PSOE y de fuera del partido. Sin lugar a dudas, contribuyó su audacia. De recién llegada, habló de tú a tú con Rajoy y de usted (ella) a tú (él) con Pedro Sánchez. Tanto aplomo sorprendió a todos. También demostró audacia adelantando las elecciones. Era un movimiento arriesgado y bonito, porque jugaba a tres bandas: atajaba el crecimiento de Podemos, aprovechaba la bisoñez de Moreno Bonilla y robaba la iniciativa a Pedro Sánchez. Aunque buena parte de sus planes siguen adelante y no le van a salir mal del todo, el factor sorpresa se perdió.
Y hubo otro factor que se olvida: su apelación a la solidaridad y la soberanía nacionales. En unos momentos de gravísimo desconcierto institucional, mayor incluso en su propio partido, Susana Díaz supo apelar al sentimiento español con firmeza y convicción, sin complejos. Muchos se lo agradecimos en el alma. Ahora, sin embargo, en medio de una campaña andaluza, ese discurso de ámbito nacional se sale por los bordes del guión, además de que los nacionalismos quedan fuera de foco. En consecuencia, aquel valor no le computa.
Mirando hacia atrás se explica con precisión la pérdida paulatina de empuje de la presidenta.
La recuperación de su liderazgo, sobre todo a nivel nacional, será posible, pero muy trabajosa y lenta. Exigirá éxitos de gestión contantes y sonantes. Con todo, queda una enseñanza para quien la quiera aprovechar: España y su defensa están ahí no sólo como una necesidad, también como una fuente de legitimidad y de entusiasmo.
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