La aldaba
Carlos Navarro Antolín
¡Anda, jaleo, jaleo!
En plenas preliminares se tiende a debatir todo aquello que debería debatirse en cualquier otro momento del año. Uno de los temas más habituales, clásico donde los haya, es el de si debería realizarse una fase previa, fuera del Falla, para limitar de algún modo la, para muchos, interminable cabalgata de agrupaciones que desfilan por el concurso y que pasan rápidamente a la indiferencia o al olvido. Casi siempre este debate surge en torno al criterio de calidad: “el Falla es como jugar en la Champions, y aquí no se puede venir de cualquier forma”. A lo que se suele responder, por parte de la opinión contraria, que filtrar por calidad teñiría de “elitista” nuestro concurso que es, y debe seguir siendo, popular. Este debate jamás tendrá fin si se realiza desde el criterio de calidad. Pero la realidad incontestable de la cantidad está ahí, esto es: ¿Disponemos del Falla para cuantas agrupaciones quieran presentarse? ¿Podemos alargar “ad infinitum” las preliminares? El reglamento no tiene tope absoluto de participación, algo inconcebible en cualquier concurso, por muy del pueblo que este sea. Lo que quiere decir que estamos obligados a darle 30 minutos de escena (con su TV,..) a cuantos grupos se presenten. ¿Se entiende la temeridad que supone esto? Un reglamento publicado de un concurso público tiene que cumplirse. ¿Y si se presentan 500 grupos? Siempre recibí la misma respuesta: “bueno, eso no va a pasar”. Lo cual no deja de ser una respuesta absolutamente incierta e inquietante. Fijar un tope de participación llevaría como consecuencia el establecimiento de una fase previa que permita presentarse a cualquiera. ¿Y eso cómo lo hacemos? Pues habrá que sentarse a pensar y hablar, aquellos que se atrevan a querer resolver este asunto de una vez.
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