Su propio afán
Enrique García-Máiquez
Ramón Castro Thomas
El Creador cuando dio las instrucciones para formar mi cuerpo no creyó oportuno dotarme para lo que es correr. Me dio un estupendo sentido del olfato para detectar un buen menudo a más de 500 metros de distancia pero mis pies ven unos tenis y le salen como zarpullíos a la altura del dedo gordo.
Ante tal carencia he renunciado a salir a correr, a hacer footing que dicen ahora los árbitros de la elegancing. Sí me gusta, sin embargo, sentarme en una terraza, a ser posible con un papelón de churros mañanero, e ir viendo a los futinianos y futinianas pasar por delante en el ejercicio de su carrera.
Los que más me llaman la atención son los que mi padre llamaba “cara cachucho” que son esos señores y señoras que corren con la cará mu colorá, como si estuvieran a punto de reventar. En ocasiones suelen jadear incluso y suelen acompasar su marcha con llamativos movimientos de su aparato locomotor superior. Algunos se adornan con una cinta en el pelo que al hinchárseles la cara fruto del esfuerzo, se les “jinca” en la cabeza y da a la escena mayor dramatismo.
Otra de los tipos de futinianos que me encantan son los apretaos. Los señores y señoras que llevan unos chándales, leggings le llaman ahora, como si se les hubiera quedado chico y que marcan culos y abdominales a discreción. Son gente que parece que no podrían comer garbanzos porque se les marcarían en sus apretaítos cuerpos. Los apretaos masculinos suelen optar por un discreto negro para darle a la cosa como mayor protuberancia mientras que ellas suelen optar por el atuendo colorido e incluso ‘trufar’ la vestimenta con chillones amarillos o naranjas, como si fueran un guardia civil de servicio en un control antialcohol.
El grupo que más me gusta son los ‘chipichipis’, gente que va corriendo, pero poco, y que suelen hacerlo en grupo, en agradable conversación que no va a ser evidentemente sobre los aceleradores cuánticos. Los ‘chipichipos’ son también aficionados al cotilleo y a cachondearse tanto de los cara cachuchos como de los apreatos. Si van en bicicleta terminan siempre en la Venta Candela de Medina enfoscando la marcha con zurrapa colorá.
Pero los que ya casi no se ven son los individuos e individuas que visten la legendaria “carzona”, ese pantalocito corto con una pequeña abertura por los lados que permitia siempre a los practicantes lucir muslos. El muslo en carrera se ha perdido. Los ha matado el legging en su desgraciada fusión con el Decathlon, que es donde se visten todos los futinianos… con lo elegante que iría todo el mundo si la ropa de hacer deporte se la compraran en Álvaro Moreno, con sus buenas camisas de rayas.
También te puede interesar
Su propio afán
Enrique García-Máiquez
Ramón Castro Thomas
Por montera
Mariló Montero
Los tickets
El balcón
Ignacio Martínez
Negar el tributo y lucir el gasto
La aldaba
Carlos Navarro Antolín
La pesadilla andaluza