Guerracivilismo

Lo que debería ser un debate intenso se instala en aquello que los enemigos de la democracia sueñan: un gallinero

20 de diciembre 2022 - 01:32

Es inútil gritar desesperado "¡que alguien pare esto!" porque la invocación está equivocada: esto no lo puede parar alguien sino todos a la vez. La situación de este conflicto en el que están implicados, o más bien revueltos, el Poder Judicial, el Legislativo y el Ejecutivo ha llegado a tal cumbre de confusión que ya no se sabe quién es culpable y víctima, si no fuera porque hay una víctima clara, herida y doliente que es la democracia.

Digamos que en este terrible embrollo explosivo hay un actor que enciende la mecha, y es el Partido Popular con su decidida contumacia en no renovar el Consejo General del Poder Judicial, caducado intolerablemente desde hace cinco años, con el retorcido argumento de que no le gustan los socios que el PSOE se ha buscado para gobernar (que tienen el aval de los votos), pero con el escondido objetivo de perpetuar su control de los órganos de gobierno de los jueces. Este CGPJ pasado de fecha y claramente escorado en contra de la mayoría que los españoles votaron, bloquea a su vez la renovación del Tribunal Constitucional, que mantiene así también su contranatural mayoría 'conservadora'.

El PP y sus fieles partidarios adornan y justifican su impresentable actitud con desaforadas acusaciones de "dictador" y "antiespañol" contra Pedro Sánchez, y concluyendo que la única solución es la 'democrática' medida de expulsar a 'estos socialistas de ahora' y "a la gentuza que los apoya" de todas las instituciones. Pero su único objetivo real es ese, que esas instituciones permanezcan de su lado, del lado correcto de la Historia según ellos.

Ante todo esto, el PSOE y la izquierda, incomprensiblemente frustrados y desesperados, se pasan de reacción e inician una reforma acelerada de leyes y normas, posiblemente inconstitucional, para devolver la situación del mundo judicial a lo que entienden que es la normalidad, saltándose pasos que deberían ser imprescindibles, aunque en esto tampoco son los primeros. Y vuelan las desmesuradas acusaciones de 'golpista' de un bando a otro, instalándose lo que debería ser un debate intenso aunque democrático en el territorio que los enemigos de la democracia sueñan: un gallinero en el que todos los políticos aparecen como iguales en la gresca, instalados en el guerracivilismo lingüístico, y a la espera de un autoproclamado salvador de la patria que ponga 'paz'.

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