Jaime / Rocha

Hechos, no palabras

La firma invitada

03 de mayo 2010 - 01:00

ALGO que no había sucedido en treinta años de democracia es ahora un clamor popular creciente. Me refiero al desprestigio y franco desprecio de los españoles hacia su clase política.

Las encuestas oficiales, las que elabora y 'cocina' el INE, son tozudas y, una vez tras otra, reflejan en los primeros puestos de las preocupaciones de los españoles, su clase política. No hay duda, un término hasta hace unos meses desconocido en las encuestas, se ha encaramado a la cumbre de lo que mas nos preocupa.

¿Qué es lo que ha pasado? ¿A qué se debe esta súbita preocupación de los encuestados por sus políticos? Creo que hay varias causas, que podrían resumirse en dos: la escasa calidad humana y la deficiente preparación de nuestros representantes políticos.

Los casos de corrupción son, desgraciadamente, muy abundantes y tienen un origen muy variado, se dan con igual profusión tanto en el partido que gobierna como en la oposición, en partidos de ámbito nacional y en pequeños partidos regionales, en grandes ciudades o en pequeños pueblos, da igual, está tan extendida que siempre nos quedará la duda, a cada caso nuevo que surge de cuántos más aún permanecen escondidos.

Ya lo comentamos hace algún tiempo en nuestro artículo titulado "De profesión, político": Hay una excesiva proporción de políticos que iniciaron su carrera apenas terminada la enseñanza obligatoria, en el mejor de los casos, y no han abandonado la senda de la política, la han convertido en su medio de vida, buena vida, y si algún día se vieran obligados a abandonarla, no estarían preparados, ni profesional ni humanamente, para afrontar su nueva situación. No tienen más experiencia ni formación que la acción política.

Apresurémonos a dejar a salvo lo que viene siendo casi excepcional, políticos que proceden del mundo empresarial o profesional, con éxito mayor o menor que, por un sentido de la responsabilidad, abandonan esa situación para hacer una incursión en la política, que habitualmente no es muy prolongada. Gracias a ellos este tinglado aún aguanta.

El descrédito ha llegado a tal punto que el Presidente andaluz, Griñán, transmitía recientemente a sus correligionarios la nueva consigna: "Hay que recuperar la credibilidad". Ya no se trata de que "nos voten", conformémonos con que voten. Así de negro empieza a ver la clase política su futuro.

El error está en pensar que la ciudadanía española, la que sufre más directamente los efectos de la crisis, los casi cinco millones de parados y sus familias, se van a convencer ahora de las bondades del sistema, simplemente escuchando a los cada vez menos creíbles líderes políticos, mientras ellos hacen cola en el INEM o, lo que es peor, en los comedores de caridad, o en huelga de hambre en Santo Domingo.

Nadie, en esa lamentable situación, puede creer a unos políticos que llegan a los mítines en coches de elevadísimo precio, rodeados de escoltas y ayudantes, que mantienen a legiones de "asesores personales", que crean ministerios y consejerías inútiles, cuando no perjudiciales para la salud y la vida de los ciudadanos, que pagan a más de 300.000 liberados sindicales, subvencionan una industria cinematográfica que solo ven ellos (a lo mejor, ni ellos), se gastan el dinero en proyectos de ayuda a los homosexuales de Zimbawe, mapas del clítoris y cosas así de importantes.

Ni un solo intento de prescindir de 'asesores', coches, sueldos (a veces hasta dos y tres sueldos oficiales, es decir, de los impuestos), liberados, ministerios o consejerías, vacaciones suntuosas, 'embajadas autonómicas'; ni, por el contrario, promover ayudas eficaces y reales a los pequeños y medianos empresarios que cierran sus negocios por miles y crean más paro.

En lugar de eso, se aprueba una subida del IVA de dos puntos (con la oposición del Senado, que ya me dirán para qué sirve y lo que nos cuesta), lo que, vaticino, va a conseguir un importante crecimiento de la economía sumergida. "¿Lo quiere con factura o sin factura?" será la frase más pronunciada a partir de próximo julio.

Los más prestigiosos periódicos extranjeros no paran de publicar informes y crónicas advirtiendo a nuestro Gobierno del tardío y erróneo camino emprendido para la salida de la crisis, pero nuestro presidente, confiado en el efecto de arrastre de otras economías más potentes y acuciado por la exigencia comunitaria de reducir drásticamente el déficit, sólo piensa en hacer caja a base de impuestos. Se ve que Jordi Sevilla no contó con aquellas dos, ahora se ve, tan necesarias tardes.

Antes de que alguien lo diga, me adelanto y les ofrezco la definición de "demagogia" que da El País: "Actitud o actuación de un gobernante o político que trata de complacer al pueblo por cualquier medio con el fin de obtener su apoyo". O, en la antigua Grecia -¿sólo?-, "gobierno dictatorial ejercido con el apoyo del pueblo". Elijan.

stats